Llegó diciembre, pero no con su alegría sino con los riesgos que en esta temporada hacen referencia con la comercialización, uso y manipulación de la pólvora que sigue poniéndole la nota discordante en la temporada con la que se cierra el año.
Ni siquiera han llegado las tradicionales fiestas y ya estamos asistiendo a varias situaciones que las empañan, y que nos deben llamar a la reflexión como familia y sociedad.
La consideración inmediata es que se les está dando muy mal ejemplo a los niños, adolescentes y jóvenes al ver que los adultos -que de por sí son sus referentes- se pasen por alto las normas que emite el Estado para prevenir que la Navidad termine envuelta en tragedias.
Lógicamente los quemados con los artefactos pirotécnicos en esta época, que para toda su vida quedarán con una huella indeleble de ese momento crítico, merecen las mayores atenciones especializadas.
Pero simultáneamente hay que llegarse a plantear una modificación en la manera de actuar frente a las disposiciones oficiales como las que hacen relación con la prohibición de la pólvora, dejando de lado la actuación de desacatarlas, como si no fuéramos conscientes de los lamentables accidentes que pueden llegar a ocurrir.
Ser un ciudadano ejemplar es precisamente reconocer que tiene unas obligaciones, responsabilidades y deberes qué cumplir con su ciudad y su entorno, con el propósito de construir una convivencia pacífica y dentro de los parámetros de la Constitución y la ley.
¿Pero si sabemos que no acatar las medidas expedidas por las autoridades y vigentes dentro de la legislación conllevan hasta sanciones, por qué persistimos en no cumplirlas?
Ahí entraríamos en otros campos como el atinente al comportamiento individual y colectivo frente a medidas como el Có
digo Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana, que en su artículo 30 advierte que fabricar, tener, portar, almacenar, distribuir, transportar, comercializar, manipular o usar artículos pirotécnicos, fuegos artificiales, pólvora o globos sin el cumplimiento de los requisitos establecidos en la normatividad vigente, implica una serie de multas y sanciones.
Hacerle una especie de quite a la normatividad no solo es un mal ejemplo en casa sino también abrirle la puerta a la tragedia, porque estamos llenos de hechos lamentables de personas quemadas, amputadas o hasta muertas por efectos de la utilización de los juegos pirotécnicos.
Resulta particularmente extraño que pese a saber los peligros y a conocer que hay unas prohibiciones vigentes y unos antecedentes muy dolorosos de otros diciembres marcados por escenas relacionadas con la pólvora y sus horrorosos efectos sobre las personas que la manipulan, especialmente entre los menores de edad, se siga cayendo en la tentación de utilizarla, cada vez en mayor proporción.
Así como en todos los diciembres aprovechamos la oportunidad para hacernos unos propósitos de mejorar, de superarnos y de asignar metas, debería tenerse presente la urgencia de consolidar la idea de que cumplir las reglas, las leyes, los decretos y las reglas de comportamiento, para que los más pequeños de la casa tengan presente que hay unos límites que no deben cruzarse porque acarrean consecuencias muy delicadas, bien sea al quedar expuesto como un ciudadano que desacata el ordenamiento legal o al convertirse en una víctima de la pólvora, en este caso específico, por contrariar o no atender las advertencias de lo que puede pasar.
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