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Editorial
Novelón de los reductores
Cuando fueron instalados en los trayectos donde se hicieron unas  obras de ornato y embellecimiento, de inmediato la avenida Los Libertadores perdió el título de vía rápida.
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Sábado, 20 de Julio de 2024

Así como aparecieron de la noche a la mañana también se esfumaron en un santiamén la mayoría de reductores de velocidad en El Malecón, como muestra de que en Cúcuta la planeación y el cuidado de los recursos públicos continúa siendo un asunto exótico.

Lo que empieza mal termina mal y así acaba de suceder en este caso específico, que debería servir de ejemplo sobre  lo que no se debe hacer por los efectos negativos generados en todas las etapas, desde que se instalaron hasta que misteriosamente desaparecieron.

Cuando fueron instalados en los trayectos donde se hicieron unas  obras de ornato y embellecimiento, de inmediato la avenida Los Libertadores perdió el título de vía rápida.

La velocidad descendió a niveles cercanos a cero y los atascos aparecieron para convertirse en un nuevo molesto elemento del paisaje, degradando la vialidad y afectando gravemente la movilidad.

¿Dónde están los estudios técnicos que le dieron bases al montaje de esos elementos para reducir velocidad? ¿Qué razones de conveniencia y de mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos indujeron a esta  cuestionable medida? ¿Qué bien le hace al de por sí complicado tráfico automotor cucuteño volver lenta dicha avenida?

Esas preguntas quedan ahí para que las respondan la pasada administración del exalcalde Jairo Yáñez y varios de los miembros del mandato del alcalde Jorge Acevedo, como son el director de Planeación Municipal, y los secretarios de Tránsito y de Infraestructura.

La ciudad merece respuestas claras, precisas y fundamentadas porque ahí se gastaron dineros públicos y se tomaron unas determinaciones que a la luz de los acontecimientos resultaron siendo altamente inconvenientes para los ciudadanos. El silencio no puede ser la salida, porque el cuestionamiento es a decisiones públicas y  lo público hay que ventilarlo y debatirlo abiertamente. ¿Qué opinan los honorables concejales? ¿Qué dice la personera? ¿Y la Procuraduría y la Fiscalía le irán a poner el ojo a este asunto?

¿Cuánto realmente se gastó ahí del presupuesto? ¿Era pertinente usar esos recursos en un proyecto que terminó siendo un fracaso?  

Mientras que alguien contesta, el novelón de los reductores tiene más capítulos, como el de la extraño desmonte de buena parte de ellos, el silencio oficial y las aseveraciones de que se habría tratado de un acto vandálico, aunque después apareció un video en redes sociales que mostraría que fueron levantados con los equipos técnicos especializados para ello.

Y aquí viene entonces un problema peor, puesto que ahora se perdieron dineros públicos, razón por la cual este caso no se puede cerrar como un episodio más de las cucuteñadas, sino llevarlo hasta las últimas consecuencias desde los puntos de vista  judicial,  de responsabilidad fiscal y de sanciones disciplinarias.

Es que a las administraciones  se les miden los indicadores de gobernanza desde varias indicadores y para este caso en concreto la verdad es que se advierten muchas fallas que vienen de una  inexistente planeación que  desencadenó en multiplicidad de hechos erráticos con delicados efectos colaterales. Ojalá este pasaje de la vida cucuteña sirva de ejemplo para corregir las formas y las maneras de manejar la administración pública.


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