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Editorial
Pueblos fantasmas
Y si pasamos el puente Francisco de Paula Santander, se advierte que de la llamada capital industrial del Táchira, en Ureña, no queda ni el rastro.
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Lunes, 24 de Junio de 2024

Todo se marchitó al otro lado de los puentes internacionales Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, en los otrora activos y prósperos municipios fronterizos venezolanos de San Antonio del Táchira y Pedro María Ureña.

Lo encontrado y descrito por La Opinión en el reportaje sobre el ruinoso y paupérrimo estado de unos pueblos antes vibrantes y hoy ensombrecidos, confirma cómo una tormenta perfecta lo destruye todo a base de sus componentes de crisis política, económica, social, diplomática, migratoria, de inseguridad, de desgobierno y debilitamiento de la democracia.

Acudiendo a la hermandad que por siempre ha caracterizado a tachirenses y nortesantandereanos, este episodio que empaña la vida fronteriza llama a varias reflexiones y consideraciones.

Por un lado, nadie entiende que el gobernador del Táchira, Freddy Bernal, tan cercano al círculo del presidente Nicolás Maduro, no haya buscado o logrado que se concretaran políticas y apoyos estatales para la reanimación comercial e industrial de esa zona bañada por el río Táchira.

De esa grave crisis en tan emblemáticas localidades poco o nada se le escucha hablar.

El demoledor escenario fantasmal también constituye un microcosmos demostrativo de las consecuencias de la destrucción del tejido empresarial, ante el fracaso de un modelo político y económico, con más de veinte años en el poder.

Para los habitantes del área metropolitana de Cúcuta tener a un vecino con el 80 por ciento de los negocios cerrados, como sucede en San Antonio, y a Ureña con la mayoría de empresas sin operar, es un claro ejemplo de que el abandono de los territorios fronterizos sí acarrea resultados destructores.

Lo ocurrido también debe servirnos de espejo para ver los impactos que tiene la inflación desbordada, la pérdida del poder adquisitivo y el deterioro de los servicios públicos con apagones diarios, un pésimo servicio de agua y una inestable recolección de basura y de los focos de inseguridad por las bandas criminales.

Para hacernos una idea de lo que está pasando al cruzar el puente Simón Bolívar, es bueno tomar el siguiente dato de la Cámara de Comercio de San Antonio, donde se pasó de tener 3.500 negocios funcionando a apenas 134 en la actualidad.

Y si pasamos el puente Francisco de Paula Santander, se advierte que de la llamada capital industrial del Táchira, en Ureña, no queda ni el rastro. Estadísticas de la misma Alcaldía señalan que el parque industrial opera con el 10 por ciento y el 15 por ciento de su capacidad instalada, por lo que la municipalidad, en los últimos años, pasó de tener 8.000 contribuyentes a solo 350.

El otro punto que queda claro, es que por el momento la reapertura de las operaciones de importaciones y exportaciones por la frontera no se ha reflejado en la reactivación de esa zona venezolana, donde muchos están a la expectativa de los resultados de las elecciones presidenciales del 28 de julio, puesto que de acuerdo con lo que pase en las urnas, las alternativas están entre irse del país o seguir aferrados a la esperanza de volver a tener una frontera vigorosa y con su desarrollo a pleno furor.


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