“Nosotros somos más que un plato de comida para los migrantes y retornados. No solo somos un plato de comida, somos su apoyo, su escucha, su orientación”.
Por esta y otras razones, la fundación colombo-venezolana Nueva Ilusión sigue trabajando, a puerta cerrada, para esta población vulnerable en el área metropolitana de Cúcuta, a pesar de la situación de la COVID-19.
En palabras de su fundadora, Patricia Salguero: “nuestra decisión para seguir prestando ayuda en medio de la pandemia fueron los niños, porque en febrero de este año recibimos una solicitud del Colegio 11 de Noviembre, para que les diéramos alimentos a los estudiantes migrantes que no pudieron entrar en el PAE. Entonces, nosotros recibimos a los 519 niños venezolanos, a los cuales les damos el almuerzo todos los días”.
Este grupo de alumnos fue el motivo para no detenerse en su obra. “Decidimos no parar ningún día, ni lo hemos hecho, porque sabemos que esos niños necesitan comer todos los días, porque sus padres trabajan como vendedores informales y ni siquiera tienen una cocina donde cocinar. El coronavirus los agarró a todos con las manos abajo”, dice esta colombiana retornada de Venezuela.
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Actualmente, Nueva Ilusión, que se encuentra ubicada en Los Patios, es una de las pocas fundaciones que tiene sus puertas abiertas para brindar atención a las personas retornadas y migrantes.
Ellos están entregando los platos de comida calientes en recipientes desechables y cumpliendo los protocolos de distanciamiento de dos metros, el tapabocas y limpieza de manos con alcohol o gel antibacterial. Cada persona se lleva sus alimentos, porque anteriormente comían en el comedor de la fundación.
“La entrega de comidas la estamos haciendo por citas: se les agenda desde las 7:00 de la mañana, dándolas cada 10 minutos a 5 personas, para no tener aglomeraciones. A los que llegan se les mantiene en distanciamiento con una franja amarrilla”, explica.
Antes de la crisis sanitaria originada por el coronavirus se brindaban aproximadamente 1.400 ayudas alimenticias, sin embargo, Salguero manifestó que la cifra se duplicó con la emergencia a unas 2.300, además, de las 500 que envían a la Casa Esperanza Capellanía.
“La cifra se duplicó porque algunas personas se habían desvinculado del proyecto, porque ya tenían sus sustentos, pero con el coronavirus quedaron nuevamente sin trabajo y regresaron, por eso nos toca apoyarlas. En la fundación implementamos un programa en el cual cada dos meses se les da la alimentación diaria: desayuno y almuerzo”, señaló Salguero.
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Adicionalmente, World Vision entregó a Nueva Ilusión 309 mercados para esta población vulnerable. La encargada de esta obra detalló que las entregas se están haciendo en grupos de 20 personas diariamente.
Pero el trabajo no termina ahí. En la fundación siguen brindando asesorías jurídicas, sicológicas y clases virtuales a un grupo de casi 50 niños venezolanos que no lograron obtener cupo en los colegios, para lo cual tienen tres maestras voluntarias de Fe y Alegría que les dictan las clases.
No obstante, en estos momentos les ha tocado librar una dura batalla para garantizar la atención. Los fines de semana, con la implementación del toque de queda en Los Patios, es imposible la entrega de alimentos durante estos dos días. “Cuando llega el lunes es terrible con los niños que no han comido. En ese momento nos damos cuenta lo importante que es nuestra labor, porque los padres de familia nos dan muestras de su agradecimiento, pero además nos hemos convertido en un espacio para escucharlos”.
Y es que, adicionalmente, Patricia asegura que en esta cuarentena han aumentado los casos de violencia intrafamiliar y muchas de las migrantes cabeza de familia están siendo sacadas de sus viviendas porque no tienen cómo pagar el arriendo.
(A través de World Vision, la fundación recibió 309 mercados para la población mixta que atienden diariamente.)
Apoyos
Desde el año pasado, la organización World Central Kitchen, de la mano del chef José Andrés, está entregando los alimentos para dar de comer a estas miles de personas. El aporte será por un año y tres meses.
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El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) hizo las adecuaciones de los espacios de la fundación. “También nos daban la colada para los niños, pero en estos momentos no tenemos colada, pero igualmente World Central Kitchen les da una fruta a cada niño, bien sea una pera o una manzana todos los días”, detalla.
Esta situación del coronavirus ha provocado que la demanda de almuerzos crezca abruptamente, aunque Nueva Ilusión no tiene capacidad para ampliar la cobertura de porciones diarias. Por eso, Patricia Salguero hizo un llamado a la solidaridad y exhortó a las entidades de cooperación, a destinar insumos para continuar asistiendo a la población.
De la misma forma, a la Cancillería y Gestión del Riesgo para “que nos puedan colaborar con un transporte para entregar las comidas en los domicilios, pues queremos contener la propagación del coronavirus y cuidar a nuestros voluntarios”.
Creación
La fundación colombo-venezolana Nueva Ilusión fue creada en 2015 con el propósito de ayudar a familias mixtas: personas retornadas y migrantes de Venezuela. Además, tras la diáspora venezolana también apoya a los caminantes.
En febrero pasado cumplieron cinco años de apoyo a este sector vulnerable que hoy agrupan así: 3.200 para el núcleo de retornados y 1.800 familias migrantes establecidas en Norte de Santander.
“El propósito mío y de mi familia como retornados y colombianos, pero con hijos venezolanos y nietos venezolanos, era crearles a estas personas una ruta para que pudieran acceder a los servicios, trabajo y regularización. Es decir, que tuvieran un apoyo porque cuando yo llegué recibí mucho rechazo, porque decían que a los que venían de Venezuela les gustaba todo regalado. Eso no es cierto, aquí estamos trabajando”, manifiesta Salguero.
Desde el año pasado, la fundación está en Los Patios, pero inicialmente tenían su sede en la propia casa de su fundadora, en el barrio Aniversario II, en La Libertad, en Cúcuta, y desde allí empezaron a atender a los necesitados.
“Después, mi hijo puso una fábrica de muebles en San Luis y yo una pequeña oficina en el 2016, también en San Luis. En el 2018 conozco a Vannesa Apiz, una abogada venezolana, activista, una persona que ha sido uno de los apoyos más grandes que tiene la fundación, pues ella como migrante y yo como retornada, hemos hecho un trabajo en equipo a favor de estas familias”, enfatizo.