La fiebre de cientos de hinchas del Cúcuta Deportivo por volver a ver a jugar a su equipo del alma inició el sábado en la noche, cuando barristas de La Banda del Indio se plantaron afuera del hotel donde se hospedaban jugadores, técnicos y demás personal.
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Al ritmo de las trompetas, tambores y cánticos los aficionados y jugadores elevaron su voz con palabras como “ganador”, “si se puede” y “volvimos”. Todos estaban contentos por el regreso de los motilones al Coloso de Lleras, pero faltaba jugar el partido.
Lo que hicieron esa noche de sábado a pocos metros de la avenida Diagonal Santander se llama popularmente ‘banderazo’ y es un acto en el que los barristas cantan para alentar al equipo y a los curiosos, mientras tocan sus instrumentos y agitan los trapos rojos y negros con letras blancas que dicen los nombres de barrio, zonas populares o ‘parches’ de La Banda del Indio.
‘La Migra’, que hace referencia a una cancha ubicada en la ciudadela La Libertad, ‘Vagales’ y ‘Aguante Zapatero’, son de los ‘parches’ más conocidos por La Banda y de donde vienen los cucuteños –en su mayoría jóvenes- a saltar en la tribuna sur para alentar al Cúcuta.
Las horas previas al partido
Llegar hasta el barrio Lleras Restrepo, donde está ubicado el estadio General Santander, era un caos desde la mañana de ayer. Una mancha roja y negra se tomó las cuadras y la música de seguro no dejó descansar a nadie.
Algunos tomaban cerveza y se reunían entorno a cumbias, un género musical que escuchan algunos barristas, para hablar de cómo creían que iba a terminar el partido de regreso del equipo.
Los carros no podían pasar las calles, el tráfico era insoportable y a algunos hinchas les tocó quedarse cuadras antes y caminar hasta el estadio, donde las filas para ingresar a cualquiera de las tribunas: norte, sur, oriental y occidental, eran lentas y llenas de personas que lucían ansiosas por ingresar a ese templo del fútbol.
El cansancio en las piernas por estar parados durante tanto tiempo y el calor torturaban a más de uno, pero no los aplacaban.
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El Cúcuta no jugaba en el General Santander desde el 1 de marzo de 2020, mientras que desde el 6 de noviembre de ese año no participaba en eventos del fútbol profesional colombiano, razones entendibles para que hubiese tanta afición esperando volver a ver al equipo.
Seguridad
La seguridad fue vital. Afuera del estadio había cerca de 200 uniformados en motocicletas, parados en las vallas de seguridad que habían puesto en varias cuadras de Lleras Restrepo y a caballo.
Desde la Policía Metropolitana de Cúcuta (Mecuc) estaba claro que no habría disturbios a la salida ni al ingreso por parte de La Banda del Indio, pues varios líderes de esa barra habían mostrado interés en preservar la tranquilidad. Había cerca de 500 policías dentro del estadio, divididos por las tribunas, la cancha, las puertas y los pasillos.
El partido arrancó a las 4:05 de la tarde, como estaba previsto, y para esa hora aún muchas filas no se movían. Cientos de aficionados se perdieron parte del primer tiempo mientras esperaban llegar a la puerta, subir rápidamente las escaleras que dan con las tribunas y buscar el mejor puesto para ver al Cúcuta Deportivo enfrentarse al Boca Juniors de Cali.
La sur inició el carnaval
Cuando el equipo técnico y los jugadores del Cúcuta salieron a la cancha todas las tribunas se unieron en un solo grito, que se acompañó con silbidos, palabras de aliento como “hoy hay que ganar” y “acabó la espera”, además de los sonidos de cornetas.
Pero en la tribuna sur, donde se han hecho durante décadas los miembros de La Banda del Indio, la energía y el aguante de la gente no tenía comparación. El carnaval de voces unidas en una sola canción, golpes de tambor y trompeta lograron que a varias personas se les erizara la piel.
Solo quienes estuvieron en el estadio ayer saben que cuando el himno de Cúcuta sonó en el acto protocolario la sur cantó a todo pulmón estrofa por estrofa e incentivó a que muchas personas se les unieran.
El partido inició con varias llegadas del Cúcuta a la arquería rival, mientras los cientos de aficionados que saltaban y cantaban en esa tribuna alentaban al equipo; con la creencia que entre más duro suenen sus voces y más alto hagan retumbar las graderías con sus saltos, mejor jugarán.
“En un banderazo, en la tribuna se unen los sentimientos de las personas. Desde mitad de semana venían viajando aficionados de otras ciudades como Bogotá, Barranquilla, Bucaramanga, entre otras. Hasta de Ecuador venían en una travesía por ver al Cúcuta otra vez”, dijo Álvaro Niño, líder social y miembro de La Banda del Indio en Villa del Rosario.
Los minutos del desespero y la gloria
En el minuto 16 los cánticos se opacaron cuando el Boca Juniors abrió el marcador. La rabia de muchos aumentó cuando algunos de los jugadores celebraron mirando a una de las tribunas. Desde las graderías les tiraron botellas plásticas vacías y los palos negros de las banderas que habían regalado en la entrada. Sin embargo, no pasó a mayores.
El primer tiempo terminó con rabia para unos, pero esperanza para quienes presentían que los siguientes 45 minutos de partido iban a ser decisivos. En el 46 los caleños lograron el 2-0, mientras la afición cucuteña aún creía que su equipo iba a ganar.
En el minuto 55 los motilones volvieron a celebrar un tanto. Solo una palabra se escuchó en ese momento y era “gol”, que durante varios segundos fue lo único que se dijo en el estadio y siguió con las arengas que los hinchas tocaban para alentar a los jugadores.
Lamentablemente no fue el día de ganar del Cúcuta, varias tarjetas amarillas se repartieron entre los jugadores de ambos equipos y un motilón obtuvo la temible roja.
Los trapos
El mayor honor que puede tener un barrista, después de viajar por su equipo hasta otras ciudades o países y llevar tatuado su escudo, es que cuando muera le hagan un trapo en el que salga su rostro con su nombre y lo cuelguen en la tribuna cada vez que haya partido.
Es una tradición que ellos tienen, pues su vida es riesgosa y los viajes no son en bus, mucho menos en avión, sino – en su mayoría- trepándose en camiones de carga, corriendo el peligro a caerse en las carreteras o morir en las peleas con otros barristas.
Los rostros de ‘Blanquita’, quien fue un barrista del barrio Carlos Pizarro, ‘Chigüiro’ y ‘Montañez’, de La Libertad, entre otros adornaron el General Santander. En algunos salían frases como “La historia nunca se acabará, ni la muerte nos cura”.
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