Hicieron falta dos días de viaje en tren y bus, con ancianos y niños a bordo, para que un grupo de futbolistas brasileños gambeteara la guerra de Ucrania. Regresaron aliviados a casa este martes, pero con angustia y dolor por quienes dejaron atrás.
"Creo que lo más duro fue todo eso que vimos por la carretera, personas muriendo, personas que no tienen nada que ver con esa situación. Llevaba conmigo a mi hija de cuatro meses y sólo quería que ella estuviera bien. Imágenes de terror, ciudades destruidas, eso es lo que se queda en la cabeza", dice Pedrinho.
Con pasado en el Corinthians de Sao Paulo y el Benfica de Portugal, el atacante de 23 años fue uno de los jugadores brasileños del ucraniano Shakhtar Donetsk que aterrizó este martes en el aeropuerto internacional de Sao Paulo, tras un periplo por Ucrania, Moldavia y Rumanía.
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"Lo que más quiero ahora es estar con mi familia, con mis padres. Me despedía todas las veces que hablaba con ellos, pues no sabía si sería la última vez que hablábamos", afirma. "Fueron escenas lamentables y espero que nunca nadie pase por algo similar".
El comienzo de la "pesadilla"
Participante frecuente en la Liga de Campeones de Europa, el Shakhtar Donetsk ha labrado su laureada historia reciente (13 veces campeón ucraniano en los últimos 20 años) con compatriotas de Pelé.
Cuando Rusia invadió Ucrania, el jueves pasado, en su plantel había 13 brasileños, entre ellos el nacionalizado ucraniano Junior Moraes. Junto a sus familias y Vitinho y el uruguayo Carlos de Pena, ambos del Dynamo de Kiev, se resguardaron en un hotel de la capital, desde donde pidieron ayuda al gobierno de Brasil para dejar el país.
Antes del inicio de la guerra, había unos 500 brasileños en Ucrania. Ahora quedan alrededor de cien, según registros de la embajada en Kiev.
"Explotó todo de un día para otro. El jueves en la mañana, cuando estábamos en casa, empezamos a oír el ruido de las bombas, de los aviones, a partir de ahí empezó la pesadilla", cuenta a la AFP De Pena, de 29 años y quien esperaba en Sao Paulo su vuelo para reencontrarse con sus seres queridos en Montevideo.
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En el hotel capitalino, cuyos baños le sirvieron de escondite a De Pena para llorar cuando recibía un mensaje emotivo de algún familiar o amigo, se resguardaron hasta el domingo.
"No era tan fácil coordinar un traslado porque había mucha gente desesperada, mucha gente huyendo, las tropas rusas que se acercaban a la capital. A partir de ahí, sensaciones de todo tipo, de miedo, de tristeza, de pensar que quizá no íbamos a volver. Ahora es sólo agradecimiento por cada mensaje, por cada persona que se puso a disposición", apunta el charrúa.
En el hotel compartió con algunos rivales de campo, como Marlon Santos, de 26 años.
"Se escuchaban los cazas sobrevolando, el ruido de las bombas. Empezó a faltar el alimento. Era difícil mantener la calma", afirma el zaguero, quien llegó a Río de Janeiro.