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El recuerdo de la crisis de 1983
Historia contemporánea.
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Sábado, 25 de Febrero de 2023

Cuando se cumplen 40 años de la ocurrencia de la mayor crisis económica del siglo XX en Venezuela, bueno es recordar lo sucedido ese 18 de febrero en esta ciudad que se vio afectada a pesar de los frecuentes vaivenes a los que tradicionalmente perjudicaba su vida comercial, dada su condición geográfica y por ello sometida a las inclemencias de las decisiones de los gobiernos centrales que las tomaban sin considerar o desconociendo las realidades de la región. Un recuento detallado de ellas, ya publicado en estas mismas páginas, puede leerse o en la aparición del tomo 10 de estas crónicas cuando sea publicada en una fecha futura por definir.

En esta ocasión vamos enfocarnos más en los antecedentes que originaron la crisis, lo que nos permite comprenderla, que en las toleradas consecuencias, esas sí por todos conocidas y sufridas. Como sucede en todos los eventos de estas características, éstas no se presentan espontáneamente, sino que son consecuencia de una serie de hechos que se van acumulando hasta el punto de no resistir las presiones y que estallan en un momento, por lo general, insospechado.

Tal vez, y digo talvez, porque no puedo asegurar que sea el inicio de la secuencia, pero sí el más evidente, sea la retirada de Venezuela de la política económica del “patrón oro” y la posterior nacionalización de su mayor fuente de riqueza, el petróleo. A este comienzo debemos añadir el desequilibrio que hace su aparición en las finanzas públicas entre el gasto y los ingresos del Estado, todo ello en una época de bonanza de los combustibles fósiles, hasta que por saturación del mercado a comienzos de los años setenta, se genera una caída de los precios que en el caso venezolano representó el 30% de su valor.

En este momento se inicia la denominada “crisis de la deuda externa latinoamericana” hechos que produjeron una impresionante fuga de capitales, que se estimó en alrededor de ocho mil millones de dólares, con la correspondiente disminución de las reservas internacionales, escenario propicio que justificaba la decisión que finalmente tuvo que tomarse: la devaluación de su moneda.

Tomada la decisión, adicionalmente se aplicaron otras medidas complementarias necesarias para respaldar la entonces solidez del bolívar, como fueron el establecimiento de un control de cambios, hasta ese momento inexistente en la floreciente economía petrolera de esa nación, disposición que incluía la restricción a la compra y salida de divisas, por la de un Régimen de Cambio Diferencial, RECADI como fue llamado en un principio.

Recordemos que el régimen cambiario venezolano venía aplicando, desde principios de los años 20 del siglo pasado una política de estabilidad y confiabilidad basada en una tasa de cambio fija de Bs. 4.30.

El anterior Régimen duró algo menos de seis años, entre el 28 de febrero de 1983 y el 10 de febrero de 1989 y que por los múltiples hechos de corrupción fue suspendido y con una consecuencia aún más grave: la virtual desaparición de la moneda venezolana como especie estable.

Luego de que se presentara la debacle de ese viernes 18 de febrero, el presidente Herrera Campins citó, primero, a su gabinete económico para una sesión de emergencia el domingo 20 que duró 11 horas e inmediatamente después al Consejo de Ministros, para definir las pautas a seguir, definiéndose que el mercado cambiario reanudaría operaciones el miércoles 23 siguiente, sin embargo, dadas las condiciones extremas de la situación, éste sólo pudo hacerlo el lunes 28, sólo que en esta ocasión lo hizo introduciendo tres tipos de cambio así: un dólar preferencial a Bs.4.30 para el pago de las deudas Pública y Privada y la importación de bienes esenciales; un dólar a Bs.6.00, para los gastos esenciales de ciertas importaciones y una cotización flotante a Bs. 7.50 para viajeros y gastos no indispensables.

Esta decisión parecía haberse gestado tiempo atrás, pero sin que se aceptara, toda vez que analistas, tanto venezolanos como extranjeros venían hablando de ella. Personalmente llevaba yo vinculado a la UFPS desde el año anterior, cuando previendo el desarrollo que se avecinaba, envié a la prensa local un escrito que fue publicado en el mes de septiembre de 1982, vaticinando cual pitonisa, los hechos que parecieron calcados de lo sucedido. Este documento, recuerdo que le sirvió a la Universidad para que se defendiera de los falaces argumentos que algunos esbozaron diciendo que no se había hecho nada para prevenir los sucesos que posteriormente se presentaron.

¿Pero qué sucedió en esa semana que le siguió al conocido viernes negro?

La cotización del bolívar, el día anterior era de $16.30 en la mayoría de las Casas de Cambio, con algunas diferencias mínimas que dependían de las clases de transacción que se harían. Los cucuteños vieron disminuir la conversión de sus pesos que ahora podían adquirir el doble de sus bolívares, razón por la cual se apresuraron a viajar hasta las poblaciones fronterizas de San Antonio y Ureña y comprar las existencias, sobre todo de electrodomésticos que había disponibles, produciéndose un interminable tránsito de vehículos y personas, mientras que los comerciantes locales advertían las dificultades que esperaban con los turistas venezolanos, ahora  con precios que se les había elevado a más del doble. En una crónica escribí:” La catástrofe económica y social fue de tal magnitud que la ciudad sobrevivió gracias a la intervención del gobierno y a la migración que redujo considerablemente la población, estimada entonces en un 25%. La economía local sufrió un proceso de reordenamiento; las actividades productivas se acomodaron a las nuevas condiciones y se incentivó, como siempre sucede en estos casos, la actividad manufacturera, como si eso contribuyera a solucionar un problema estructural en una región donde la relación de intercambio mantiene una diferencia tan grande que siempre será más rentable y cómodo el ejercicio del comercio”.

La evocación de esta situación nos lleva a recordar que fue gracias a la intervención del Gobierno Nacional, al promover la creación de instituciones como FUNDENOR, el Fondo Mixto de Promoción Turística del Norte de Santander y los múltiples proyectos de infraestructura, que la economía pudo sobrevivir, pero sólo hasta la siguiente crisis, la que apareció en 1994 y de ahí en adelante las que aún hoy, sufrimos.

Redacción 
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com


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