Ese pasado jueves 22 de noviembre celebramos el 60º aniversario de nuestra graduación con la promoción de 1962 del Colegio La Salle en el Teatro Zulima de Cúcuta.
Me acuerdo muy bien porque como primer bachiller me tocó el honor de hacer el discurso de grado el cual me ayudó a preparar y a practicar mi tía Rita Elisa Dávila Díaz, hermana de mi mamá Elena.
La tía me convenció que para tener un mejor impacto fuera dejando volar cada hoja del discurso desde el proscenio a medida que la leyera.
El tema del discurso era que íbamos a emprender un viaje a través del océano sin destino especial y que no sabía cuántos íbamos a llegar a ese destino porque nos encontraríamos en el viaje con bravas tormentas, traicioneros escollos, malvados piratas y el halagador canto de las sirenas.
Ése fin de semana hubo muchas fiestas de grado en varias partes e la ciudad y no solo de nuestra grupo.
El fatídico sábado 25 de ese noviembre nuestro gran amigo Jaime Blanco Villamizar atendió una fiesta por el lado del malecón del Cementerio Central y se armó un pleito con dos personas que estaban en la fiesta en alpargatas lo cual era un “insulto” para los anfitriones.
Los dos hombres fueron obligados a dejar la fiesta, pero se quedaron cerca esperando que Jaime y sus amigos se fueran a sus casas y los atacaron con unos chuzos y Jaime cayó mortalmente herido.
Mi tío medio, Hernando Alvarado Gandica, quien en esa época trabajaba en el Permanente Central, sabía que Jaime y yo éramos compañeros y me llamó cerca a la medianoche para que fuera a la casa de don Pacho y doña Aura en la sastrería Guasimales de la avenida 6ª para estar con ellos y el resto de familia.
Al entrar doña Aura me vio y nos abrazamos por más de media hora y me preguntaba porqué su Jaimito tenía que ser la primera víctima en nuestra odisea.
Jamás olvidaré nuestro abrazo con sus lágrimas.
El día del entierro hubo misa en la Catedral de San José y al teniente que estaba a cargo de los detenidos le dio por traerlos a un edificio a la vuelta de la esquina en la calle 11 entre las avenidas 4ª y 5ª. Uno de los asistentes a la misa se dio cuenta y gritó que los asesinos estaban a la vuelta de la esquina. Y quién dijo miedo. La catedral se vació y la mayoría de los asistentes a la misa nos fuimos para el “lobby” del edificio a pedir a los detenidos para lincharlos. Después de varios forcejeos el famoso teniente anunció que los habían sacado disfrazados de policías y que nos fuéramos tranquilos al cementerio para el sepelio.
Después se armó la grande y hubo una gran manifestación de protesta por la avenida 5ª y fue la primera vez que se quemó un bus en nuestra ciudad.
Los ánimos se calmaron con la presencia de más fuerza pública.
Desde esa tragedia cada año después llamé a doña. Aura el día de su cumpleaños y el día de Año Nuevo y la visité cuando iba a Cúcuta hasta que nos dejó para siempre el año pasado. Yo le tomaba el pelo diciéndole que al paso que iba nos enterraría a todos.
Junto con este escrito están la lista de compañeros que ya se fueron a gozar de la Gloria del Señor y la de los que todavía estamos en este Valle de Lágrimas.
Hay varias fotos de nuestra clase en los últimos años junto con la crónica de Gastón Bermúdez (hermano nuestro compañero Joaquin Eduardo).
Este último aportó la foto de una parte de nuestro colegio cómo luce ahora.
Estaré celebrando en espíritu con ustedes y sus seres queridos porque Esther y yo estaremos en Chicago celebrando el festival hebreo del
Hannukah y recibiendo al 2023 durante el cual nuestras dos listas seguramente cambiarán.
¡Que Dios los bendiga y los proteja para siempre junto con sus seres queridos!
Redacción
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com