Después de que la NASA pusiera fin al programa del Transbordador Espacial en 2011, concedió a Boeing y a SpaceX contratos multimillonarios para proporcionar a sus astronautas servicios de transporte a la estación espacial y prescindir de las naves rusas Soyuz, de las que pasaron a depender desde entonces.
El programa de SpaceX ha avanzado más rápido, y ya ha realizado tres misiones tripuladas.
Pero el programa de Boeing se ha quedado atrás. Durante un primer vuelo de prueba sin tripulación en diciembre de 2019, la cápsula Starliner experimentó fallos de software que causaron problemas con la forma en que funcionaron sus propulsores.
Como resultado, no tuvo suficiente combustible para llegar a la ISS y debió regresar a la Tierra prematuramente. Una investigación posterior mostró que estuvo cerca de sufrir un desperfecto de vuelo calamitoso mientras reingresaba a la atmósfera también.
Más tarde, la NASA calificó aquella misión como "llamada cercana de alta visibilidad", una designación inusual reservada a las cuasi-catástrofes.
Steve Stich, director del programa de tripulación comercial de la NASA, dijo a los periodistas la semana pasada que esta vez tenía confianza. "Queremos que vaya bien, esperamos que vaya bien y hemos hecho todos los preparativos posibles", dijo.
"El Starliner es un gran vehículo, pero sabemos lo difícil que es, y además es un vuelo de prueba y espero absolutamente que aprendamos algo en este vuelo de prueba".
La nave transportará más de 180 kilogramos de suministros para la tripulación de la ISS y volará a la Tierra con casi 250 kilogramos de carga, incluidos tanques de aire, para aterrizar en el desierto del oeste de Estados Unidos al final de su misión.