Ayer, en el auditorio Jorge Pacheco Quintero, de la Universidad Francisco de Paula Santander, en Ocaña, hubo un silencio total cuando varios exmilitares que se acogieron a la Justicia Especial para la Paz (JEP) por los falsos positivos que se dieron entre 2007 y 2008, comenzaron a contar cómo fue que se hicieron esas ejecuciones extrajudiciales en varios municipios de Norte de Santander y su responsabilidad dentro de estos hechos.
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La crudeza con que narraron los hechos y el nivel de detalle al que llegaron en sus intervenciones, convirtieron la diligencia en un hecho sin precedentes en el que, por primera vez en la historia de Colombia, se conoce de la voz de los propios militares, los horrores que se cometieron entre el 2007 y el 2008 cuando asesinaron civiles inocentes y los hicieron pasar por guerrilleros dados de baja en combate.
En las caras de los familiares de las víctimas se podía observar la rabia, impotencia y hasta el miedo que sentían, pues como varios de ellos señalaron, el asesinato de sus seres queridos, les dejó una secuela negativa contra el Ejército.
Y no es para menos, pues entre esos años el Ejército presentó una gran cantidad de ‘bajas en combates’ de presuntos guerrilleros, que finalmente resultó siendo el asesinato de muchos jóvenes que trajeron de municipios como Soacha, en Cundinamarca, y de campesinos del Catatumbo que disfrazaron de supuestos subversivos y hasta les pusieron armas para simular que hubo un combate. Además, los sepultaron en varios cementerios en fosas comunes, como sucedió en Ocaña, donde destapó por primera vez ese macabro episodio de la Fuerza Pública.
Entre los exmiembros del Ejército hay un exgeneral, cuatro excoroneles, un exmayor y cuatro exsuboficiales, además de un civil que ayudó a reclutar esas víctimas y al que le pagaron un millón de pesos por cada persona que les entregaba a las tropas para que la mataran. Ellos contaron descarnadamente cómo fue que se dio todo.
Alianza con los paramilitares
El excabo primero Néstor Guillermo Gutiérrez, quien fuera comandante de una escuadra del batallón contraguerrilla 98, de la Brigada 15, de Ocaña, estando en ese grupo entre el 7 de febrero de 2007 y 19 de diciembre de 2008, fue el primero del grupo de exmilitares que arrancó a hablar durante la audiencia de reconocimiento de falsos positivos.
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“No voy a justificar lo que hice, porque cometí crímenes. Asesinamos personas inocentes, campesinos. Se llevó a cabo un fenómeno criminal para la época de 2007 y 2008. Yo entré como soldado en 1995 y en mi vida como militar hasta llegar a suboficial se dieron muchas cosas, no solo fue en esa época (2007 y2008), fue durante muchos años. Eso ya era una ‘política’ (asesinar) que se llevaba dentro de las filas, no todos los militares, porque hay gente buena también”, señaló el exsuboficial.
Gutiérrez también contó que antes de llegar al Catatumbo, estuvo en el Urabá, donde fue herido en un combate. Cuando se presentó en la Brigada 15, en Ocaña, de inmediato le exigieron dar resultados de guerrilleros muertos en combates.
“Cuando entro a una unidad que llamaban ‘Esparta’ y me mandan a El Carmen y como para esos días habían cometido un secuestro me envían a mí para hacer inteligencia dentro del municipio, entonces me dirijo a un burdel, con una información que me dan sobre una persona que consume y vende droga, entonces la presiono para que me dé unos nombres y elaboro una lista de supuestos colaboradores (de la guerrilla), pero ellos no eran colaboradores”, señaló Néstor Guillermo.
Añadió: “además, tuvimos contactos con los paramilitares de la región y Aguachica para conseguir armas. Los grupos de guerrilla no los encontrábamos, pero debíamos dar resultados, entonces la lista que elaboré como de 14 o 15 personas, nos ayudó. A ella (expendedora de droga) le pagábamos por cada persona que nos entregaba… Empezamos a ejecutar a los campesinos”.
Gutiérrez señaló que todo asesinato estuvo planeado, pues un paramilitar al que llamaba ‘Chalo’ les surtía las armas para presentar a sus víctimas como guerrilleros muertos en combates.
“A Javier Peñuela (una de las víctimas ejecutadas), un campesino que se levantaba a las 5 de la mañana para trabajar hasta las 5 de la tarde, el único pecado que tuvo, fue ir a buscar que le acabaran un dolor de muela, porque María Eugenia Ballena ya no lo había metido en la lista y nos llamó ese día a decirnos que él había bajado al pueblo, entonces hago la coordinación por teléfono con otra unidad para que se lo llevaran. Ya teníamos un fusil para ponérselo después de muerto, porque para caso hubo una planeación y como ya lo dije los paramilitares nos daban las armas”, manifestó el exsuboficial.
Agregó: “Yo lo maté (Javier Peñuela). La gente para esa época confiaba en el Ejército y nosotros lo que hicimos fue matarles sus seres queridos, los engañamos. También fui cómplice de otros dos crímenes, eran dos jóvenes que no se veían malos, eran inocentes, que trajeron de Aguachica a Ocaña, acá los recibimos y les dijimos que era para manejar una finca, los llevamos por la vía al aeropuerto y se los entregamos a otra unidad para que los mataran”.
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El exmilitar también manifestó que con sus acciones y las de sus compañeros y oficiales mancharon al Catatumbo con sangre, “lo que busco es limpiar el buen nombre de esas personas que matamos, de la región y de Colombia”.
Precisamente, este exsuboficial fue el primer militar que aceptó cargos y contó todo lo que estaba pasando en el Catatumbo, por eso recibió amenazas y desde el Ejército le dieron la espalda, pero a pesar de eso decidió seguir adelante.
Así como Néstor Gutiérrez, otros exmilitares también decidieron hablar con los magistrados de la JEP y poco a poco la verdad de los falsos positivos del Ejército en Norte de Santander se fue conociendo. Cada historia que cuentan es más atroz que la otra.
Se quiso retirar y no lo hizo
“Maldita sea la hora que decidí seguir en el Ejército”, esto fue lo que dijo el excoronel Santiago Herrera Fajardo, excomandante de la Brigada Móvil 15, entre el 14 de agosto de 2006 y diciembre de 2007, cuando recordó que estuvo a punto de retirarse, pero que el comandante de ese entonces de la Segunda División Carlos Ovidio Saavedra Sáenz, que no lo hiciera porque él era muy importante para esta región de Norte de Santander.
“Con la mayor vergüenza que un soldado pueda sentir, reconozco que mientras ejercí ese cargo, operó al interior de la brigada una estructura criminal de facto, que se fue conformando por algunos de los miembros de la unidad militar bajo mi mando, a partir del comienzo del año 2007 y a medida que yo iba presionando a mis subalternos para que hubiera resultados en términos de bajas en combates a como diera lugar, en respuesta a la dinámica de guerra que estaba establecida por el comando del Ejército”, sostuvo el exoficial.
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El exmando militar aceptó su responsabilidad, pero indicó que toda esa ‘política’ de asesinatos sistemáticos partía desde las órdenes que daba el comandante del Ejército para ese entonces, general Mario Montoya Uribe, y que lo secundaba el comandante de la Segunda División de ese momento, general Carlos Saavedra.
“Paulatinamente esta estructura criminal se fue robusteciendo, alimentada por la ‘política’ de obtener bajas. La finalidad de eso era aumentar las estadísticas de la Brigada Móvil 15, en términos de muertes en combates y competir con las demás brigadas del país y todo era verificado en programas mensuales por parte del comandante del Ejército. Quienes estuvieron en estas prácticas criminales, cometieron homicidios de inocentes y en situación de indefensión”, recalcó Herrera Fajardo.
En la audiencia también se conoció que mientras unas armas fueron compradas a los paramilitares, otras fueron halladas en una caleta, las cuales eran escondidas para que cuando iban a matar a una víctima se las ponían simulando que se trataba de combates.
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Tristeza y dolor
Luego de cada uno de los testimonios de los exmilitares que intervinieron ayer, los sentimientos de tristeza, dolor y rabia de los familiares de las víctimas se unían en el auditorio y por eso, en cada oportunidad que los dolientes hablaban, pedían que dijeran la verdad y no siguieran ocultando quién había dado la orden de esos asesinatos sistemáticos.
“Ustedes tienen que decir la verdad acá, no pueden seguir ocultando qué otras personas están detrás de esos falsos positivos, nosotros y el país merece saber quién ordenó eso, como es posible que ni el comandante del Ejército, ni el ministro de Defensa para esa época, Juan Manuel Santos, y el presidente de ese entonces, Álvaro Uribe, no son vinculados a esto”, sostuvieron varios de los 18 familiares de las víctimas que hablaron ayer durante la audiencia.
Hoy seguirá la audiencia de reconocimiento y se espera que el turno sea para las madres de Soacha que también están esperando que les cuenten la verdad sobre los asesinatos de sus hijos, pues las historias de cada una de las víctimas están a medias.