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Judicial
Subcomandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta recordó sus doce años de secuestro
Se trata del coronel Willian Donato, quien fue privado de la libertad por las Farc en 1998.
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Andrés Julián González
Andrés Julián González Pardo
Sábado, 3 de Octubre de 2015

El único rastro imborrable que le quedó al coronel William Donato, luego de sufrir, por doce años, el secuestro a manos de la guerrilla de las Farc, es que ese suceso “aberrante”, como él mismo lo califica, fortaleció el amor y las ganas de servirle al país portando el uniforme de la Policía.

Hace cinco años, tras la exitosa operación ‘Camaleón’ del Ejército Nacional, fueron liberados junto a Donato, el general Luis Mendieta, el también coronel Enrique Murillo y el sargento del Ejército Arbey Delgado, en la selva del Guaviare.

El coronel Donato, quien hoy es el subcomandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta, recuerda esos doce años perdidos en la selva como un episodio amargo, triste, de sufrimientos y enfermedades, pero también de enseñanza y de una lección social de la vida que lo convirtió en una mejor persona, con valores y actitudes que quiere transmitir a sus subordinados cada día.

Asimismo, rompió las ataduras de las cadenas que lo esclavizaron durante esos 4.380 días que estuvo bajo el poder de las Farc.

Dios, su familia y las ganas de volverse a ver en las filas de la institución fueron el complemento necesario para soportar día tras día el flagelo del secuestro en medio de la selva, sufriendo humillaciones y tratando de recordar su vida antes de convertirse en una víctima más del conflicto armado.

Considera enhorabuena la marcha del 4 de marzo de 2011, en la que millones de colombianos invadieron las calles del país en rechazo al secuestro, para exigirle a la guerrilla de las Farc que Colombia no quería sufrir más este delito.

“En ese 4 de marzo que se hizo esa gran marcha, creo que Colombia reaccionó ante el secuestro y a partir de esa fecha fue diferente este tema para todos los secuestrados”, dijo Donato.

Tampoco olvida ese agosto de 1998, cuando al menos 1.800 milicianos de la guerrilla se tomaron la Octava Compañía Antinarcóticos con sede en Miraflores (Guaviare) en la que en grado de teniente fungía como el comandante de esta compañía.

“Yo estaba liderando una estrategia para contrarrestar el narcotráfico, porque en ese tiempo allá estaba el mayor cultivo de drogas, entonces entraron los guerrilleros y duramos combatiendo tres días. Por dificultades del terreno no pudo llegar nuestro apoyo y luego del combate quedamos secuestrados 65 hombres y otros miembros del Ejército”, explicó el oficial, al recordar ese momento que dividió su vida en dos.

Por su mente pasó la idea de hacerse matar desde el inicio de su secuestro, pero luego de que el comandante que lideraba la toma le explicó que la guerrilla tenía la estrategia de hacer un intercambio con él y sus hombres por milicianos presos, decidió lidiar con este flagelo.

Fue así como compartió y convivió con reconocidos líderes políticos que también fueron secuestrados y que ahora gozan de la libertad como Íngrid Betancourt, Alan Jara, Luis Eladio Pérez, entre otros.

Donato recuerda con agrado que Jara alivió un poco la situación en la selva con sus clases de idiomas como inglés, ruso, administración pública y hasta de juegos.

Sin embargo, es preciso al recordar cómo era cada día de cautiverio: una fotocopia del día anterior.

“Nos levantaban a las 5:00 de la mañana, nos quitaban las cadenas porque desde las 6:00 de la tarde las teníamos. Sin embargo, generalmente estábamos encadenados a diario, porque había épocas en que no nos encerraban con alambre de púas, sino que nos encadenaban de a dos personas”, dijo.

Desayunaban y luego se disponían a tomar clases con Alan Jara, para tener un tiempo de distracción y de alivio.

Las caminatas en la selva eran extensas. “Durábamos desde las 5:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde marchando cuando la guerrilla lo disponía”.

El dinero era un cigarrillo

Celebrando su liberación en junio de 2010.

Donato confesó que gracias a que no fumaba, podía negociar a través de un cigarrillo un medicamento o algún alimento que deseara.

“Nos daban un paquete de cigarrillos al mes, pero como yo no fumaba pues le pedía a los guerrilleros que me consiguieran un medicamento o algo que necesitara y les pagaba con un cigarrillo”, explicó el oficial.

La hora de correr

El coronel recuerda con entusiasmo ese junio de 2010, en que mientras celebraban un cumpleaños del general Mendieta, se desató una balacera que auguró la liberación de los cuatro miembros de la fuerza pública.

“Estábamos con el comandante Chucho que le trajo a mi general una gaseosa y arroz con pollo, cuando yo le pregunté qué iba a pasar con nosotros y me dijo que lo único que había dicho Uribe (el expresidente) era que nos iban rescatar. Sin embargo, dijo que no sabía cómo, porque ahí no entraba ni el diablo; en ese momento el guerrillero que estaba al lado cargó el fusil y se inició una balacera”, dijo.

Donato entendió que el Ejército había llegado a rescatarlos y de inmediato huyó corriendo hacia un caño para esconderse y escaparse de los balazos de algunos guerrilleros que lo persiguieron.

Como pudo se escondió y esperó a que se calmara la situación. Cuando vio un helicóptero encima suyo se subió a un árbol para lograr hacer una señal pero la rama que lo sostenía se partió, y cayó a una distancia de 3 metros. Dos dedos se le fracturaron.

Decidió pasar esa noche en un lugar seguro luego de escuchar el sonido de una motosierra, que le indicó que muy cerca estaba el Ejército, pues asegura que la guerrilla no tenía este tipo de elementos.


“Al otro día me regresé y a la distancia grité: ¡Aquí estoy! A lo que un soldado me respondió: mi coronel, somos del Ejército”.

Luego de un santo y seña, Donato salió de la selva con sus cadenas y tras un abrazo, oyó las palabras que anheló oír durante los doce años de cautiverio: ¡Bienvenido a la libertad!

El reencuentro

Donato recuerda que uno de los impactos más fuertes tras su regreso a la vida en libertad fue encontrar a su papá con canas y enfermo después de padecer los doce años de sufrimiento.

Sin embargo, disfrutó desde el primer minuto con su familia y afianzó los lazos fraternos.

Su carrera

El oficial reconoce que su pasión y admiración por la Policía cada día crece y se convence de querer hacer parte de “la mejor fuerza pública del mundo”, como categoriza a las Fuerzas Armadas del país.

Aseguró que le aportará a Cúcuta toda su experiencia el de poder inculcar sensibilidad en los uniformados para que se acerquen a la comunidad y compartan sus problemáticas, sus alegrías y su entorno social.

“Toda actividad criminal es un problema para la comunidad; nace en la comunidad y se tiene que resolver con la comunidad”, dijo Donato.

Sin duda, entre sus proyectos está llegar a ser general de la Policía para contribuirle al país en un mejor futuro.

“En mi carrera he tenido que entregarle a las familias los cadáveres de mis hombres caídos en combate, pero también he entregado los de los guerrilleros dados de baja”, finaliza diciendo el coronel Donato, quien reconoce que cada día  se debe pensar en un mejor país para el bienestar de los colombianos.

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