Jesús Hermides García Galván alcanzó a estudiar dos años de primaria en la escuela Higuerón, en La Playa de Belén, y cuando cumplió los 20, se casó y se fue a vivir a Caracas, Venezuela.
Sin embargo, se divorció y empezó otra relación con la que tuvo dos hijos. Se interesó por conocer los orígenes de su apellido, aprender hebreo y estudiar judaísmo hasta que en el 2014 se presentó ante el tribunal Israelí en Colombia “y recibimos la conversión al judaísmo”.
El 23 de marzo de 2017 llegó a Israel, con su compañera que tenía cáncer. Le dieron la nacionalidad, vivienda por seis meses y clases de hebreo. A los siete meses de estar allá falleció su segunda esposa y se quedó con los dos hijos.
En el 2018 le ofrecieron trabajo en la construcción de la planta de energía solar y térmica de Ashalim en el desierto de Negev, en Israel, que entró en funcionamiento en el 2019.
La moderna instalación está equipada con más de 50.000 heliostatos, o espejos controlados por computadora, que pueden rastrear el sol en dos dimensiones y reflejar la luz solar en una caldera colocada en la parte superior de una torre de 240 metros de altura.
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Se trata de una estructura más grande que algunos de los rascacielos más altos del mundo y, por mucho, la torre solar más alta jamás construida, según reza en el portal de ExpoSolarColombia.
El nortesantandereano quedó maravillado con esa innovación y después de terminada la obra lo dejaron como técnico y le toca “la tarea de cambiar sensores y adelantar trabajo de separación de calor para que la gente no se arrecueste y se queme”.
Extraña su pueblo, que fue declarado Patrimonio Cultural, pero desde que emigró a Venezuela no ha podido regresar y dice que el día a día lo entretiene y el tiempo pasa sin darse cuenta.
Está amañado en Beerseba, ciudad del sur de Israel, ubicada a 110 kilómetros de Jerusalén, según indica y muy cerca de la planta de energía solar. “Es muy bonita, moderna, en donde florece el desierto de Negev”.
Hace ocho días asistió al Muro de las Lamentaciones, lugar más sagrado del judaísmo, vestigio del Templo de Jerusalén, a presenciar la ceremonia de toma de juramento de su hija Saraí García.
El idioma, reconoce, no es fácil, porque no tiene vocales, es gutural. Se defiende un poco con el hebreo, pero advierte que “mis hijos sí lo denominan perfectamente”.
El cantante frustrado
Pero Jesús García tiene una faceta que no pudo explorar: la de cantante. Le gustaba interpretar rancheras y música colombiana. En Israel se encontró con unos colombianos judíos que tocan guitarra y ha podido “hacer bulla” refiere, en sentido figurado, porque el nortesantandereano perteneció a un grupo durante cuatro años en Venezuela donde era la voz tenor. Su padre cantaba y su hermano Jairo García compone, canta, toca el arpa, el cuatro y las maracas.
También su hijo Levi, 37 años, cantó en el coro de una iglesia cristiana en Caracas y toca guitarra. Desde diciembre del año pasado llegó a Cúcuta a visitar a su mamá que también tiene cáncer y aprovechó para quedarse viviendo en el municipio Los Patios, vendiendo piña, oportunidad de trabajo que consiguió después de salir de Venezuela.
Tiene la doble nacionalidad porque su mamá es de Ábrego y su papá de La Playa de Belén. Es el mayor de cuatro hermanos. Admira a su papá porque a pesar de no tener estudios “tiene una voluntad inquebrantable de conseguir lo que se propone”.
Levi está entusiasmado para irse al lado de su papá en Israel en busca de oportunidad laboral y por ello afina las baterías en el idioma porque desde hace más de cinco años que no lo ve, a pesar de tener una estrecha relación por teléfono.
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