En nombre del dinero, el poder y la posesión de tierras, la humanidad ha cometido los crímenes más atroces. Se han peleado unos contra otros sin entender que todos son iguales; familias enteras se han destruido; ciudades convertidas en ruinas; Estados que asesinan a su propia gente; suelos y aguas contaminadas; y miles de víctimas secundarias, como las especies animales o los ecosistemas naturales. Es como si la guerra hubiera nacido con el hombre.
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Sin embargo, aunque la guerra siempre es y será mala, y sin ánimo de justificarla, no todo lo que ha pasado dentro de ella ha sido negativo. De hecho, aunque sea difícil de digerir, con la guerra ha llegado, también, el desarrollo. Desarrollo científico y tecnológico.
Muchas de las cosas que hoy le facilitan la vida, usted no sospecha que fueron concebidas o perfeccionadas durante combates en los que hubo sangre. Mire a su alrededor: la radio que está escuchando en su carro, el reloj con el que se guía en el tiempo, el cierre de su pantalón o el pañuelo con el que se limpia la nariz, se los debe a la guerra.
Estos conflictos catapultaron el desarrollo y quién sabe dónde estaría hoy la humanidad sin ese empujón. Pero la guerra también fue un obstáculo para la ciencia y para la salud del planeta y de todos sus habitantes, y también retrasó otras áreas del conocimiento. Mejor dicho, detrás de los conflictos hay ciencia, buena y mala, positiva y negativa.
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Lo bueno en lo malo
En términos de avances en tecnologías y de investigación médica y biológica, la primera y segunda Guerra Mundial fueron las más destacadas, explica Luis Miguel Molina, instructor de la Corporación Cipsela. Los protagonistas fueron, solo por mencionar algunos, los desarrollos en vacunas, antibióticos, las prótesis, la medicina ambulante, las herramientas aéreas y, por supuesto, las armas.
A esto se suma John Wilson Osorio, jefe del Departamento de Humanidades de la Universidad CES. Dice que la guerra dio paso a descubrimientos esenciales de los que hoy la humanidad se beneficia: las toallas para la salud menstrual de las mujeres son invento de la Primera Guerra Mundial, porque para entonces, la empresa Kimberly en Wisconsin, Estados Unidos, las creó como apósitos para atender las heridas de los soldados. Pasó lo mismo con los famosos pañuelos Kleenex que tenían celulosa mejor trabajada y que todavía hoy son populares.
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El reloj no fue invento de la guerra, pero sí su eficiencia. Los anteriores, de cadena, no eran prácticos para el uso de los soldados en pleno combate, por lo que se popularizaron los de pulso, más rápidos y prácticos. Lo mismo ocurrió con la cremallera (o cierre), que facilitaba la vestimenta de los soldados, y con la comida enlatada, pues era difícil cocinar en medio de los enfrentamientos, por lo que se popularizaron los conservados que todavía hoy son muy utilizados.
La radio se perfeccionó desde entonces para convertirse en lo que es hoy, aunque para esas fechas tenía otra utilidad, como la de enviar información. Surgieron también los primeros indicios de lo que hoy es el internet, pero que se utilizaba para hacer espionaje y seguimiento a las potencias enfrentadas.
En el campo de la medicina se avanzó en herramientas tan básicas como las camillas hospitalarias, y tan complejas como las unidades portátiles de radiología, gracias a los esposos Curie, que permitían conocer y entender las heridas de los soldados y civiles lastimados.
También dieron paso a la cirugía estética, plástica, reconstructiva, debido a la magnitud de las afectaciones físicas y permitieron que posteriormente se inventaran los primeros protocolos éticos para el uso de animales y humanos en la investigación, desde entonces se habla del consentimiento informado. Así mismo, aunque suene doloroso, “las ciencias de la salud han sido las grandes beneficiadas de la experimentación médica de los nazis, aunque fue hecha violando todos los códigos éticos y morales”, añade Osorio.
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Obviamente no todo ha sido positivo. No se puede definir si es más lo bueno que lo malo, porque no hay cómo comparar las pérdidas humanas, de tejido social, de desarrollo comunitario, frente a los avances en la ciencia y la tecnología que, al fin y al cabo, benefician a toda la humanidad. Lo que sí se puede es mencionar unos pocos de los muchos tropiezos y peligros que ha dejado la guerra, en términos de desarrollo.
Está claro que las armas han sido las claves y protagonistas: físicas, nucleares, biológicas, de largo alcance, químicas. El humano ha logrado crear unas tan potentes, tan poderosas, que lograrían acabar con casi todo el rastro de vida en la Tierra. Los tanques, por ejemplo, se modificaron en la Primera Guerra y cambiaron toda la dinámica de los enfrentamientos y los lanzallamas, los gases venenosos y otros se fueron perfeccionando para causar más daño. Entonces, los peligros son muchos y afectan a todos, incluido el medio ambiente y la estabilidad del planeta entero. (Ver recuadro).
La aviación
Además de la medicina y las armas, la aviación es otra de las áreas más beneficiadas por la investigación en medio de la guerra. Un claro ejemplo, explica Molina, es el misil V2, que en su momento fue negativo y causó gran daño: Alemania lanzó más de 3.000, sobre todo contra Inglaterra, Francia y Bélgica, durante la Segunda Guerra Mundial y se estima que causaron la muerte de más de 20.000 civiles, militares y prisioneros. “Aún así, sin el desarrollo del misil V2, la humanidad se hubiera demorado muchísimo en tener cohetes, puesto que todos los cohetes que hoy conocemos han sido desarrollados a partir de él”.
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Los simuladores de vuelo también se perfeccionaron. “Se crearon para entrenar a los pilotos durante la Primera Guerra Mundial con el fin de disminuir los riesgos de perder conductores y aeronaves en pleno combate. Aún con una tecnología demasiado básica, muy similar a la de los toros mecánicos, fue importante para los franceses durante la Gran Guerra”.
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También apareció el reconocimiento aéreo, continúa el instructor de Cipsela. Cuenta que este se desarrolló durante las Guerras Revolucionarias Francesas, a finales del Siglo XVIII, primero por med io de globos aerostáticos y con fotografías aéreas realizadas con palomas mensajeras con cámaras amarradas, y posteriormente a través de aviones en el siglo XX.
Finalmente, otro ejemplo fueron los radares, invento que se hizo en Reino Unido gracias a los aportes del ingeniero Robert Watson-Watt, “que comenzó a captar las ondas de radio para detectar movimiento enemigo”, puntualiza Molina.
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