Los talibanes capturaron el viernes su primera capital de provincia desde que lanzaron una ofensiva coincidiendo con la salida de las tropas extranjeras de Afganistán, un importante revés para el gobierno, que intenta evitar que varias ciudades caigan en manos de los insurgentes.
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“La ciudad de Zaranj, capital de la provincia de Nimroz, cayó en manos de los talibanes”, declaró a la AFP Roh Gul Khairzad, vicegobernadora de la provincia.
Según explicó, la ciudad, situada en el suroeste de Afganistán, cerca de la frontera con Irán, había caído “sin resistencia”.
En las redes sociales, se publicaron videos en los que se ve a los insurgentes por las calles de la ciudad, entre los aplausos de los residentes.
Sin embargo, no se pudo comprobar la veracidad de estos videos.
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En tanto, durante una reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la emisaria de la ONU en Afganistán, Deborah Lyons, instó a los talibanes a “cesar” esos “ataques contra las ciudades” y pidió al Consejo que lance una advertencia “inequívoca”.
El jefe de comunicación del gobierno, asesinado
Horas antes, los talibanes habían reivindicado el asesinato del jefe de comunicación del gobierno afgano, tras haber advertido que llevarían a cabo operaciones contra altos cargos en respuesta a la intensificación de los bombardeos.
El asesinato de Dawa Khan Menapal, una de las principales voces del gobierno, se produjo después de otro día de intensos combates en el país, donde la guerra impacta Kabul por primera vez en meses.
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“Desgraciadamente los brutales y salvajes terroristas cometieron un nuevo acto cobarde y mataron a un patriota afgano”, declaró tras la muerte de Dawa Khan Menapal el portavoz del ministerio de Interior, Mirwais Stanikzai, en un mensaje de WhatsApp a los medios.
Asesinado durante la oración del viernes, Menapal era popular en la estrecha comunidad mediática de Kabul, conocido por ridiculizar a los talibanes en las redes sociales, incluso mofándose de ellos.
Los talibanes reivindicaron el asesinato. Su portavoz Zabihullah Mujahid indicó en un mensaje a los medios que “fue asesinado en un ataque especial llevado a cabo por los muyahidines”.
El miércoles, los insurgentes habían prometido llevar a cabo nuevas operaciones de “represalia” contra altos funcionarios del gobierno tras haber atacado la residencia del ministro de Defensa, el general Bismillah Mohammadi. El ministro salió ileso, pero ocho personas murieron. Los talibanes no tardaron en cumplir su amenaza y demostrar, una vez más, que podían atacar la capital.
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Las fuerzas afganas, al igual que el ejército estadounidense, han llevado a cabo múltiples ataques aéreos en los últimos días en un intento por detener el avance de los talibanes en varios centros urbanos importantes.
Desde mayo, los insurgentes se han apoderado de vastas zonas rurales y puestos fronterizos clave en un ataque relámpago lanzado a favor de la retirada de las fuerzas internacionales, que deberá completarse el 31 de agosto.
Después de encontrar poca resistencia en las zonas rurales, durante varios días han estado dirigiendo sus ofensivas sobre los grandes centros urbanos, rodeando varias capitales de provincia.
“No nos queda nada”
El gobierno sigue desplegando sus fuerzas aéreas contra las posiciones talibanas. El ministro de Defensa aseguró este viernes haber eliminado más de 400 insurgentes en las últimas 24 horas.
Ambos bandos suelen exagerar las bajas infligidas en batalla, en balances casi imposibles de verificar de forma independiente.
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Aunque afirme estar causando daños importantes a los talibanes, el ejército debe evacuar a los ciudadanos de las capitales provinciales en las que ya han entrado sus adversarios.
Cientos de miles de civiles fueron forzados a huir en las últimas semanas.
Las redes sociales están llenas de vídeos mostrando los daños de los combates en la ciudad de Lashkar Gah (sur), con publicaciones que muestran una importante área comercial en llamas.
El grupo humanitario Acción contra el Hambre aseguró en un comunicado que sus oficinas fueron impactadas por un “ataque aéreo” en esa ciudad esta semana, aunque en su techo estaba señalizado que eran instalaciones de una oenegé.
En la ciudad occidental de Herat, un flujo continuo de residentes huía de sus casas anticipándose a un eventual ataque gubernamental contra las posiciones controladas por talibanes.
“Hemos evacuado por completo”, dijo Ahmad Zia, que vivía en la parte occidental de la tercera ciudad de Afganistán.
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