Como nunca, que recuerde, se había visto, ad-portas de iniciarse la carrera para la elección de un nuevo alcalde para la ciudad, tanta cantidad de potenciales candidatos a la primera autoridad municipal. Y eso está bien. Hay de todo como en botica, para que los cucuteños vayan seleccionando lo mejor que en su leal saber y entender los pueda representar.
Y los precandidatos de todos los pelambres, para auscultar entre los votantes el nivel de aceptación que les pueda garantizar alguna posibilidad de éxito, pues piensan, parodiando a un amigo columnista de este periódico, que lo recalcó: “Si fue alcalde Jairo Yáñez, porqué yo no”.
Y algo de razón les cabe, la ciudad todavía rechaza la politiquería que quiere volver a regir los destinos de la ciudad, así esté frustrada y decepcionada con el ingeniero Yáñez que con su solo discurso de: “Fuera los corruptos” y “Fuete a los zurrones que esquilman los fondos públicos” le sirvieron de trampolín para alcanzar la alcaldía.
La ciudad no se equivocó, por ahí va. Faltó un análisis más profundo del perfil del candidato, no solo apalancarse en su discurso anticorrupción, eso es populismo barato para cazar incautos, como sucedió, con el perdón de los que cayeron. Al ingeniero lo eligieron sin tener unos conocimientos intelectuales suficientes, sin experiencia en administración pública y terco como una mula, el decir de los más cercanos, que no se dejó asesorar en esa materia, la administración pública. Pobre hombre, como en el “Principio de Peter” ascendió a su nivel de incompetencia.
Como lo dije en una de mis columnas pasadas, hemos probado de todo sin resultados positivos para el desarrollo de Cúcuta, vamos de mal en peor, con los índices más desastrosos en todos los campos. Así que votaré en las próximas elecciones por un prohombre, que debe haberlo, con el siguiente perfil, o requisitos, como se conoce comúnmente: Esencial que sea independiente de amarres políticos, con buen carácter y ejerza su autoridad en beneficio del bien común, con conocimiento de varios temas, o sea un polímata, con amplia experiencia administrativa, de probado reconocimiento sin antecedentes de escándalos personales ni profesionales y que, una vez elegido, aunque parezca paradójico, les de participación burocrática a todos los congresistas del Norte de Santander con el compromiso de traer recursos del presupuesto nacional para inversión en la región.
Y digo que parece paradójico, habida cuenta que con los escasos ingresos que producen nuestros impuestos municipales, suficientes solo para pagar la nómina y los gastos generales, muy poco para inversión, los problemas año tras año se acumulan, lo que hace necesario un trabajo en equipo que nos ayude a salir avantes no solo ante el estancamiento que presentamos actualmente, sino al descenso en caída libre por el que vamos.
Un alcalde sin independencia, trabajará solo para su grupo político, dejando por fuera a los demás actores políticos, que tienen asiento en el congreso, haciendo nugatoria la ayuda que estos puedan prestar para un desarrollo sostenible de nuestra capital.