Hace unos 60 años había letreros, en lo que hoy es la entrada al barrio Tucunaré (parte baja), en los que anunciaban que pronto abriría sus puertas un club de pesca. Un proyecto comercial y turístico que nunca se concretó, dándole paso a una invasión.
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Según los vecinos, los ingenieros pensaban que como el terreno tenía varios huecos y es ondulado sería fácil llenar la zona de agua para formar lagunas artificiales, echar los pescados que los visitantes pescarían en botes y con redes de pesca.
Sin embrago, nunca se puso un solo pescado, por el contrario el lugar quedó desolado hasta que llegó Leonor Manrique de Rincón, cuando apenas tenía 16 años, en compañía de su esposo a construir una humilde casita, para 1973.
La mujer, hoy de 65 años, ha visto la evolución del barrio y recuerda como si hubiera sido ayer cuando a su pareja le ofrecieron un lote en Cúcuta, cuando ellos vivían en Bucaramanga.
“Mi marido era músico, él junto con otros dos amigos suyos tenían un trío musical con el que se ganaban la vida cantando en diferentes lugares o haciendo serenatas a los enamorados. Un amigo le ofreció que construyera en Cúcuta, que estaban poblando Atalaya y él aceptó, nos vinimos para acá”, comentó la mujer, natal de Bucaramanga, Santander.
Así fue como ella alistó sus maletas, con el miedo a no conocer la ciudad y saber que iban a una zona donde ni siquiera había vecinos cerca, solo un terrero donde había otras dos casas, alejadas la una de la otra como a 30 metros, según recuerda.
‘Sufrimos al principio’
“Yo de fechas no recuerdo bien, pero primero vivimos en el barrio San Rafael, luego pasamos a construir la casita con tablas, plásticos y otros elementos. La casa más cercana a la mía era la de un señor de apellido Pinto, que criaba chivos y de una abuela”, indicó.
Y añadió que sufrieron al principio porque no tenían vecinos, luz, agua potable, ni alcantarillado, el único lugar por donde pasaban carros y motos era por la antigua vía Cúcuta- El Zulia.
“Ni Antonia Santos estaba construido, en ese lugar solo había monte y una choza de paja. Somos de los primeros vecinos y créame que he quedado sorprendida por los avances de mi barrio”, aseguró Leonor.
Pero la mayor necesidad, según ella, fue la carencia de agua potable, luz y alcantarillado. Fue para 1980 cuando las empresas prestadoras de esos servicios públicos instalaron las tuberías, postes y cableado necesario para suplir esas necesidades en la creciente invasión.
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“La luz era la de las lámparas de queroseno, con esas nos alumbrábamos de noche para ir al baño o salir a la calle; el agua la traíamos de Claret en baldes y las heces fecales las tirábamos en pozos sépticos”, indicó Leonor Manrique.
Un momento duro para ella fue cuando, al parecer, por disputas entre líderes comunales el barrio se dividió en la parte baja y alta. La invasión obtuvo su estatus de barrio en 1980.
Un negocio de madre e hija
Leonor y su hija Verónica actualmente tienen un negocio familiar en el que fabrican recuerdos en policarbonato, un material con el que también hacen algunas estructuras de viviendas, maletas, vasos y copas plásticas, entre otras.
Las dos mujeres iniciaron hace varios años con este negocio, con el que se ganan la vida y se divierten, pues se unen como madre e hija cada vez que hacen los recuerdos de bodas, bautizos, baby showers, primeras comuniones y quince años.
“Es un pequeño negocio que aprendimos poco a poco, pues ahorita sabemos cómo se amasa el material, el secado, los moldes, el tiempo correcto entre cada paso. En fin, es un arte con el que nos sentimos felices”, comentó Verónica.
Cada recuerdo puede costar hasta $5.000, pero Verónica y su madre ya tienen clientes que compran por cantidad, generando mayores ganancias.
El sueño de progresar de Eliud
Eliud Santiago Ortega nunca pensó que la pequeña tienda, que abrió el 10 de enero de 2005, a un lado de la venta de gasolina que tenía su papá se convertiría en el supermercado Alejandro, un negocio que actualmente genera empleo para personas de Tucunaré y sectores cercanos.
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“Yo trabajaba en un supermercado, pero ganaba poquito ($50 mil por semana), creí que montando la tienda iba a igualar ese sueldo. En Cenabastos hice un crédito por $560.000 en mercancía, mi anterior patrón habló con el señor para que me surtiera”, dijo Eliud Ortega.
Así nació el supermercado Alejandro, un negocio que fue creciendo al punto que actualmente hay 21 empleados, entre cajeros, administrativos, aseadores y ayudantes que diariamente deambulan por el área de venta, que mide 300 metros cuadrados y las bodegas y oficinas.
Para muchos vecinos de Tucunaré, Eliud es uno de los emprendedores que nacieron en el barrio para apoyar a los suyos. “Mire que con este supermercado varias personas tienen un trabajito. El supermercado es de los lugares insignia del sector”, indicó Rosa Pérez, vecina.
El estado de las vías
Algunas vías del barrio tienen grietas, provocando que difícilmente las personas puedan pasar por allí. La comunidad le ha pedido en varias oportunidades a la Secretaría de Infraestructura que pavimenten las calles afectadas, pero solo han recibido evasivas.
Las calles fueron pavimentadas por la comunidad, hace unos 15 años, con recursos de ellos mismos. Luego, la Alcaldía de Cúcuta los apoyó con la pavimentación de otras vías.
Sitios para visitar
Ramón Quintero, líder comunal de Tucunaré (parte baja), explicó que actualmente está la Escuela Gabriel García Márquez, ubicada en la avenida 33 con calle 8, el coliseo Salatiel Martínez, en honor a un líder comunal, que fue remodelado hace pocos meses.
“Esas obras han sido importantes para el crecimiento del barrio, permiten que los jóvenes y niños se enfoquen en el deporte y la educación”, resaltó el líder comunal.
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