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Por los barrios
Su gestora murió, pero la bibliocasa sobrevivirá
El proyecto Enseñando a Compartir nació en 2011 bajo la cucuteña Maritza Angulo, quien acaba de fallecer.
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Jennifer Rincón
Lunes, 17 de Abril de 2017

JENNIFER RINCÓN PEÑA jennifer.rincon@laopinión.com.co

Estar postrada en una cama fue lo único que le impidió a Maritza Ernestina Angulo Acero, 51 años, abrir de par en par las puertas de su bibliocasa.

Ni siquiera llegar en la madrugada de trabajar en  un restaurante de comidas rápidas, y sacrificar sus horas de descanso, para ayudarles a sus vecinos ha hacer una tarea, o leerles un cuento, fue impedimento para continuar con su labor.

Como tampoco lo fue, pelear con goteras y rescatar del barro los libros  que se caían de las destartaladas estanterías cuando inició, hace seis años, con su bibliocasa en una enramada a la vuelta de su casa.

Para ella,  la bibliocasa Enseñando a Compartir, el proyecto que empezó a forjar con su esposo, Freddy Maldonado, en 2011, era su tesoro más preciado.

Aunque su única paga era un gracias de los pequeños o de sus padres, que no tenían tiempo ni libros para ayudar a sus niños a resolver la tarea, era feliz, muy feliz ayudando a los demás.

Por eso, hace cinco años, cuando fue imposible seguir con la biblioteca en el viejo rancho, que no aguantaba un aguacero más, y temerosa de perder los cerca de 2 mil títulos que había conseguido gracias a la caridad de los cucuteños, optó por arrumar sus pocos muebles en un rincón  para llevar la biblioteca a casa.

En pocos días, sus libros habían invadido además de la sala, la cocina, una habitación y el patio de su casa. La familia Maldonado Angulo se acostumbró a vivir entre los libros.

Un triste final

Desde hace mes y medio, los niños de Juana Rangel de Cuéllar, San Fernando del Rodeo, el Minuto de Dios, Las Coralinas, y demás barrios aledaños, no tenían a donde acudir para resolver sus tareas. 

La profe Maritza, como la conocían en el barrio, estaba enferma e internada en una clínica local.

Un diagnóstico inicial apuntó a que tenía miomas en los ovarios. Sin embargo, su vientre empezó a hincharse y el dolor cada día se le hizo más insoportable. Los supuestos miomas ya no eran la razón de sus dolencias interminables.

Cirrosis, algún tipo de cáncer en el estómago, fueron otras hipótesis médicas. Pero, aún faltaba un par de exámenes para concretar el diagnóstico.

Durante cerca de 45 días estuvo entre laboratorios, su casa y la clínica, donde falleció el domingo en la noche.

Con impotencia y mucho dolor, Maldonado, su esposo, recuerda que en medio de sus dolencias, Angulo se preocupaba por tener bajo llave los libros. 

“Siempre fuimos felices en nuestra bibliocasa. Nunca cobramos un peso y teníamos muchos proyectos juntos. Queríamos  que los niños tuvieran computadores e internet en este espacio”, recalcó Maldonado.

Aunque aún no sabe si retomará o no el proyecto que inició la mujer con la que compartió 20 años y tuvo dos hijos —porque el dolor le impide pensar claro, e inevitablemente ve el reflejo de ella en los libros, las carteleras que ella hacía y hasta en la estantería—, sabe de sobra que la profe Maritza dejó un gran legado y le dio un buen ejemplo a sus comunidad.

Por eso, hoy, antes de partir al cementerio, él llevará el féretro de su esposa  para que visite por última  vez su amada bibliocasa, y quizás alguno niños lean cuentos en su honor.

El más grande proyecto de esta mujer pobre, una biblioteca pública en su hogar, sobrevivirá en los niños que aprendieron a leer y a pensar allí..

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