Como lenguaje universal, la música es conocida por su capacidad para romper las barreras humanas y llegar a cada rincón de la tierra donde haya sentimientos dispuestos a ser expresados.
“La música es una magia que se encarga de hacer florecer las emociones. Al explorarla, la misma música enamora, y ofrece un gancho que conecta al intérprete con el instrumento”, define René Ortega, músico de profesión.
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Es esa pasión por el arte la que, en su tiempo, convirtió a Venezuela en un referente mundial de música, a donde los mismos colombianos, años atrás, viajaban a estudiar. Pero una vez las directrices tomadas por el gobierno comenzaron a afectar las dinámicas económicas, muchos de esos artistas se vieron obligados a migrar a otros países para subsistir con su profesión.
Cúcuta, como epicentro fronterizo del flujo migratorio, ha sido testigo cercana de ese nuevo movimiento que viene transformando las maneras de hacer música.
Ortega, quien es director de Ritmo, Academia de Música y Ensayo, explicó que uno de los cambios en la música colombiana ha sido la incorporación del instrumento cuatro a las melodías cotidianas y, con él, a la cada vez más conocida y solicitada figura del cuatrista.
“Las universidades venezolanas emplean el cuatro como un instrumento de línea a lo largo de la carrera. En mi caso, fueron cinco semestres viendo cuatro, algo a resaltar que los pénsum colombianos no hacen, aquí se le da más rigor es al piano”, expresó.
Aunque en otros países de Latinoamérica el cuatro y otros instrumentos de afinación semejantes también suelen ser utilizados, es en Venezuela donde se ha adoptado como si fuera un hijo propio y se le ha dado más peso al estudio y manejo de este pequeño instrumento de cuatro cuerdas, similar a la guitarra.
Y valiéndose de ese carácter universal que caracteriza a la música, los artistas migrantes han decidido llevarlo a cada rincón hacia donde se han asentado desde que salieron de su país.
“A diferencia de otras carreras, la música no se debe homologar según las normas de cada país, sino que fue descubierta para que cualquier persona pueda absorberla y transmitirla independientemente de donde se encuentre”, agregó Ortega.
La música criolla llegó a las calles
En Colombia, era en Los Llanos Orientales donde más se solía encontrar instrumentos como el cuatro, el arpa y la maraca, mientras que en Venezuela eran muchas las manifestaciones musicales con ellos a lo largo de los 23 estados que componen al país.
Pero desde que las poblaciones de ambas naciones comenzaron a convivir con más cercanía, ahora, cada vez son más usados estos instrumentos en Colombia.
“Hoy en día, incluso podemos encontrar gente en los semáforos tocando el arpa, y siendo un instrumento bastante complejo de aprender a tocar, que requiere mucho estudio y práctica, las necesidades han hecho probar nuevas maneras de utilizarlos”, manifestó Ortega.
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Otro ejemplo que se ha vuelto cotidiano, son las ya conocidas papayeras urbanas, que día a día recorren los barrios de Cúcuta y su área metropolitana para llevar alegría, darse a conocer ante el público, en una hibridación de instrumentos, y ganar el sustento diario.
Durante la cuarentena, una de las agrupaciones que más se popularizó fue el grupo Tropical Show, una papayera compuesta por seis músicos venezolanos, los pioneros en romper el silencio en las calles provocado por la pandemia, al ritmo del bombo, redoblante, trompeta, trombón, paila y güira.
“El recibimiento en Cúcuta ha sido bueno, aunque en algunas partes existe rechazo a las agrupaciones musicales porque tocamos en la calle, pero desconocen la trayectoria musical que traemos de Venezuela”, relató Antonio Ochoa, integrante de la banda y oriundo del estado Cojedes.
Innovación en la enseñanza
Según René Ortega, en Venezuela aprendió una pedagogía musical bastante avanzada y didáctica que, una vez retornado a Colombia, comenzó a aplicar para enseñar a otros a hacer música.
“Musicólogos de talla mundial, que ya murieron, dejaron muy buenas teorías que las universidades en Venezuela supieron adaptar para enseñar las figuras musicales con colores, el movimiento a través del cuerpo y la diferenciación de ritmos con onomatopeyas, con cosas tan cotidianas como un aplauso o repetir ‘café con pan’ mientras se toca, eso hace que un niño aprenda más rápido”, agregó el director de Ritmo.
Con la estimulación musical como fundamento, la motricidad gruesa y fina, junto a otras pedagogías, son varios los músicos venezolanos que despiertan en los niños un deseo por explorar este arte en su vida cotidiana.
Sumar más músicos a la vida
Junto a su esposa, Melissa Gene, Ortega lidera un proyecto a través de la academia que dirige, Ritmo.
Con este centro de enseñanza esperan dejar su grano de arena en los más pequeños y formar jóvenes músicos, no necesariamente para que lo tomen como profesión, porque lo consideran una decisión personal, sino para sumar más músicos a la vida, con pedagogías y teorías didácticas.
“Qué bueno sería que cada persona pudiera tocar un instrumento y, a la vez, esa persona enseñar a otra, y que lo aprenda para largo plazo, en especial ahora cuando los instrumentos están al alcance de todos”, dijo Ortega.
Por eso, Ritmo es a lo que se dedican con alma y corazón, siempre buscando la manera de encender la chispa en alguien más, sin discriminar que algún estudiante sea mejor que otro.
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