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Cúcuta
Doblemente padre: colgó los hábitos para convertirse en papá
Saniel Peñaranda tiene dos hijas y con ellas celebrará su día.
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Categoría nota
Domingo, 18 de Junio de 2023

La historia de vida del padre Luis Saniel Peñaranda es un claro reflejo de que los caminos de Dios son misteriosos. Hace 26 años, cuando se ordenó sacerdote, no estaba en su mente la idea de ser padre y no de la Iglesia católica como prometió en su ordenación sino de dos jovencitas que ahora lo llaman “papá”. 

Y sí, sigue siendo cura porque al pedir la dispensa de sus obligaciones al papa, los ordenados no pierden el derecho divino de su ministerio, aunque esa dimisión sí lo excluye de su sagrado ejercicio, lo que indica que no puede celebrar sacramentos, con salvadas excepciones.

El padre Saniel, como todavía algunos lo llaman, parece un hombre sereno. Conserva los prodigios que envisten a ciertos religiosos, con quienes conversar resulta ameno porque transmite una paz que va más allá de la apariencia.

Aunque algunas personas no entienden qué lleva a un sacerdote a colgar los hábitos, para Saniel todo tiene explicación en el amor que ha conseguido todas las formas de convertirse en una experiencia humana en la que también se hace presente Dios, tan vivo y real como en la Eucaristía.  

“Quien se ordena es un ser humano”, repite de manera recurrente y con esa frase se hace evidente que la distancia que separa al hombre de lo divino sigue siendo muy amplia y que en la vida religiosa no hay personas que nacen pobres, castas y obedientes, pero que eligen serlo. 


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Sus hijas, Carmen Viviana e Isabella, son sus dos tesoros más grandes. Cuando habla de ellas lo hace de una forma muy dulce y sus ojos azules se enternecen al recordar el momento en que tuvo a la primera de ellas junto a su pecho. 

Carmen Viviana, la mayor, parecía demasiado frágil en los brazos de un hombre sabio, pero inexperto en la teoría de ser padre. “Cuando nació mi niña y tuve la oportunidad de alzarla por primera vez en el centro hospitalario fue una anécdota muy bonita porque me la dieron y quedé como una estatua”, recuerda. 

Dice que permaneció varios minutos inmóvil, buscando una forma de explicar el milagro de la vida descrita en la figura de una criatura tan pequeña, la de su propia hija.

“Hay toda una teoría sobre la paternidad, sobre la vida, de la pareja que uno estudia y prepara psicológicamente para poder estar a la altura de orientar a muchas familias y muchos padres, pero vivirlo de manera personal es algo impresionante”, dice.  

Menciona que en su vida como sacerdote ha visto obrar la mano de Dios de manera milagrosa, en medio de bautizados recién nacidos que estaban al borde de la muerte, pero ninguna experiencia se compara a la maravilla de ser padre. 

Sacerdote-padre

 

Mi casa no es un monasterio

Saniel Peñaranda reconoce en la virtud que la vida no es estática. La manera en que el camino le cambió, le hace concebirla en armonía con el presente y consciente que todo siempre puede cambiar, de un momento a otro.

Asegura que aunque en su hogar se viven los principios religiosos, en comunión con la fe y procurando cumplir lo deberes de un cristiano, no ha querido hacer de su casa un monasterio. “Mi hogar es un hogar cristiano, católico y de oración, pero no es algo impuesto”, asegura.

Van a misa de manera frecuente y tienen momentos de oración que comparten en familia, pero de manera personal, él alberga sus espacios de recogimiento donde mantiene sus propias conversaciones con Dios.

En el seno familiar procura compartir con sus hijas y acompañarlas en su actividades. “Respeto mucho la personalidad de cada una de ellas porque son totalmente diferentes, ambas en su estilo. Creo que mi formación sacerdotal me ha ayudado mucho en mi forma de vivir en familia”.

Lo hice por respeto

A Carmen Mendoza, la mujer de la que se enamoró le guarda profundo respeto. No fue ella quien lo indujo a tomar la decisión más importante de su vida, pero sí la persona que encarnó el amor que le dio la figura de padre.


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El 14 de agosto del 2013 contrajeron nupcias ante a la Iglesia católica, de la mano de quien en vida fuera su director espiritual, monseñor Pedro Alejandrino Botello Ortega  (q.e.p.d.). 

Aunque por algún tiempo el amor que les unía permaneció en silencio, asegura que todo surgió de una manera muy sana. 

No se conocieron en el templo ni era ella la típica acudiente de la iglesia, pero el amor es así, surge de las formas más inesperadas. 

Cuando decidió pedir las dispensas del obispo, lo hizo porque no quería llevar una vida dividida. Algunos feligreses y amigos lo entendieron, pero otros no. “Lo hice por respeto a Dios en primer lugar, también por respeto a la comunidad, por mi bien personal y por respeto a mi familia”, comenta. 

El proceso de dispensa que cumplió los protocolos establecidos en el Código de Derecho Canónico de la Iglesia católica duró casi 8 años desde la notificación ante la Diócesis de Cúcuta, pero mucho antes ya había pedido su suspensión.

El 15 de abril de 2012, en la Fiesta de la Divina Misericordia que se celebra el segundo domingo de Pascua, quien en ese momento era obispo de Cúcuta, Julio César Vidal, le notificó a Peñaranda que había recibido la exención de la obligación del celibato por parte del sumo pontífice, Benedicto XVI. 

Desde entonces pudo amar en libertad y servir al Señor, pero de una manera distinta, en el seno de una familia blindada por la gracia del Espíritu Santo.


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Algunas personas aún se acercan a pedirle consejos, dice, y ahí está él dispuesto a brindarle alivio a sus corazones desorientados, pero siempre con una clara advertencia de que ese diálogo no reviste la gracia del sacramento de confesión. 

Nos reunimos  en familia

Hoy, Saniel Peñaranda celebra el día en familia. Como ya es tradición, se reúnen en casa de sus padres, en Cúcuta, junto a sus once hermanos y demás familiares. “Hay años que pueden ir todos, otros en los que no, pero es lo que procuramos”, dice.

En el encuentro comparten una gran comida y bendicen en familia la gracia de ser padres, aunque en su caso, por partida doble. 

 Carmen Viviana e Isabella conocen bien la historia de sus padres. La mayor supo que Saniel era su papá cuando tenía cinco, pero con la segunda fue todo más fácil porque el mandamiento mayor es el amor y su consagración es la familia. “Realmente lo humano es lindo”, dice Saniel mientras sonríe.

 

Padre-Saniel
 
Todo por el amor

Muchas son las historias donde ordenados religiosos han dejado su ministerio para formar familias. Aunque no son los casos más comunes, hay muchos que se hicieron noticia al tratarse de figuras públicas.

Uno de los casos más particulares es el del padre Alberto José Linero, reconocido por su presencia en televisión, radio y redes sociales en Colombia, quien recibió la dispensa del papa Francisco con la que se le autorizó ya no ejercer el ministerio sacerdotal, después de catorce meses de haber anunciado que dejaba su sacerdocio y ahora hace vida en pareja, aunque sin hijos.

Alberto Cutié fue otro sacerdote católico de origen puertorriqueño, radicado en Miami, quien estuvo por más de 15 años al servicio de la iglesia donde llevó un servicio muy ligado a los medios, hasta que abandonó sus votos sacerdotales para contraer matrimonio con Ruhama Buni Canellis con quien tiene tres hijos.

En un caso más reciente, salió a la luz pública la historia de Daniel Genovesi y Mercedes Tarragona, dos argentinos (sacerdote y monja) que renunciaron a su vida religiosa para formar una familia. Hoy tienen más de dos décadas de casados y formaron una bella familia junto a sus dos hijas de 26 y 23 años.

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