Por el dolor, lo inexplicable y lo inesperado nadie quiere hablar de la muerte de Ana Elvira Duque. Su deceso ocurrió como una historia de terror, protagonizada no por humanos sino por un puñado de insectos que en lo habitual producen cera y miel.
El pasado domingo, hacia las 4:00 de la tarde, frente a una humilde vivienda del barrio Sevilla ladraban alborotados y desesperados los perros, bajo un inclemente sol que parecía derretir el pavimento. De un momento a otro, los vecinos desprevenidos vieron sacar en brazos a Ana Elvira a quien la llevaba un bombero cargada en sus brazos, cubierto con un traje especial de apicultura que cubría todo su rostro y cuerpo.
Este bombero fue la única persona que logró cruzar la puerta de la casa de madera y recogerla, casi agonizante del suelo. Ella estaba cubierta de abejas por todos lados y reposaba adormecida, entre la vida y la muerte.
Cuando la llevaba alzada, callejón arriba, sorteando el desafió de los insectos, los vecinos entraron en pánico y gritaban atormentados de ver su cuerpo indefenso que terminó desnudo sobre el concreto, con el único ánimo de ayudarla en medio del brutal ataque y a la espera de una ambulancia para salvarle la vida.
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Camino al Hospital Universitario Erasmo Meoz, apenas podía balbucear el nombre de su única hija: Patricia, quien estaba afuera de casa, ajena de todo lo que estaba sucediendo.
Sin éxito, Ana Elvira fue ingresada a la sala de urgencias donde la intubaron, pero más tarde “falleció por las picaduras”, decía la minuta de la Policía Metropolitana.
No pudo salir
La mujer, de 63 años, estaba al cuidado de sus dos nietas, de 12 y 2 años de edad, porque su hija, Patricia Duque, salía desde las 2:00 de la madrugada a vender pasteles en Cenabastos.
Esa tarde, como una mala jugada del destino, un enjambre de abejas ingresó a la vivienda. Todo parece indicar que venían de un poste de alumbrado público que estaba muy próximo al lugar.
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La fuerte brisa que sacudió los árboles, movió las ramas contra el poste que las abejas habían convertido en un refugio para su colmena. Con el estruendo, los insectos salieron en defensa, atacando a unos perros que heridos por los aguijones corrieron hacia el interior de la casa luego de tumbar de un brinco la puerta.
La nieta, de 12 años, salía de bañar a su hermana, cuando las abejas se posaron sobre su espalda, su cabeza y sus hombros. Casi al instante, hicieron lo mismo con la niña y su abuela que apenas podía golpear a los insectos que se fueron contra ella.
Las dos hermanas lograron correr hacia la calle pidiendo ayuda. No ocurrió lo mismo con su abuela que era azotada por los aguijones con la misma saña que ella empleaba para quitárselas de encima.
Ana Elvira seguramente desconocía que estos insectos reaccionan ante cualquiera amenaza y liberan una feromona que comunica a las demás que están en peligro, para que todas acudan en ataque de sus potenciales depredadores.
En todo su cuerpo
Cuando Duque se vio atrapada, buscó refugió en el baño y allí permaneció hasta que cayó casi desmayada. Afuera los vecinos intentaban ingresar, pero la furia del enjambre no se los permitía.
Amilcar Gelvez, vecino de la cuadra, recuerda que salió al escuchar los gritos, pero apenas pudo ayudar a las niñas, que embadurnó con desengrasante de cocina para ahuyentar a los animales. “Fue lo primero que se me ocurrió porque las venían persiguiendo”, dijo.
El hombre, junto a otros habitantes, también hizo de todo para sacar a Ana Elvira, pero no había manera de atravesar la puerta que estaba custodiada por un ‘ejército’ de abejas.
Cuando llegaron los bomberos, la mujer tenía insectos hasta en su boca y, a pesar de los esfuerzos, no había manera de detener el veneno inoculado en su cuerpo delgado de 1.54 de estatura.
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Patricia contó que las abejas habían hecho un nido en el poste y en ocasiones, unas cuantas de ellas entraban en la casa, atraídas por la luz de los bombillos cuando oscurecía.
El domingo cuando ocurrió el hecho, hubo dos perros con picaduras, uno murió y el segundo, para el momento de la entrevista, no había podido salir del trance.
Muchas de esas colonias se han formado en el interior de los postes de energía porque los modernos, construidos en fibra de vidrio, son huecos por dentro.
Las acciones
El teniente Carlos Monsalve, comandante del Cuerpo de Bomberos de Cúcuta, indicó que han tomado acción en los casos que se están presentando en la ciudad, aunque este ejercicio no está dentro de sus competencias. “Si bien no es nuestra responsabilidad ni está dentro de la ley de nuestras funciones, venimos colaborando hace muchos años a la comunidad”, dijo.
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A raíz de la muerte de Ana Elvira se dio un consejo en la Secretaría de Gestión del Riesgo Municipal, donde Monsalve expuso la situación de alarma que se viene presentando por la proliferación de emergencias y llamados de la comunidad por colmenas de abejas. En lo que va de año, han recibido no menos de 160 reportes.
En ese encuentro, se acordó realizar una mesa técnica con todos los organismos de socorro para establecer un protocolo a seguir en estos casos e informarlos a la comunidad.
“Tenemos la preocupación con Bomberos que se nos han aumentado bastante este tema y creo que es de las mayores atenciones que están haciendo en este momento. Pedimos cooperación porque esto no es solo de bomberos, necesitamos a la Defensa Civil, a la Cruz Roja”, dijo Huber Plaza, secretario de Gestión del Riesgo de Cúcuta.
¿Qué dice la ley?
En la Ley 2193 del 6 de enero del 2022, aprobada por el Congreso de la República, se dictan las disposiciones para la protección de la apicultura, además de establecer el manejo de las abejas urbanas.
En la norma se indica que los comités municipales que deben integrar la Defensa Civil, bomberos, la Policía Ambiental, la División de Gestión del Riesgo, Tránsito y Transporte, el Instituto Colombiano Agropecuario ICA, “se encargarán de atender las solicitudes y emergencias que surjan de la presencia y permanencia de colonias de abejas y otros polinizadores tanto en zonas urbanas como rurales de los municipios”.
Están protegidas
La razón por la cual las abejas tienen protección, es por la enorme labor ecosistémica que cumplen, ya que gracias a que se alimentan y transportan el polen de una flor a otra, miles de plantas pueden reproducirse, sobrevivir y producir los alimentos que los seres humanos consumimos.
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Para su manejo, no está permitido matarlas, ni usar pesticidas. Se debe llevar a cabo medidas para preservar y restaurar sus hábitat naturales o impulsar la agricultura ecológica, por ello la ruta correcta debe ser llevarlas a un apiario, el lugar donde se encuentran el conjunto de colmenas.
Picadura mortal
Una reacción alérgica grave (anafilaxia) a las picaduras de abejas es potencialmente mortal y requiere tratamiento de emergencia. Sin embargo, al considerar ataques múltiples que con más de 100 picaduras hay riesgo de envenenamiento y alta probabilidad de muerte.
De acuerdo al libro Principios de la Medicina Interna de Harrison, las picaduras no complicadas provocan un dolor inmediato, edema local, inflamación y enrojecimiento.
Los ataques múltiples pueden generar vómito, diarrea, edema generalizado, disnea, hipotensión y colapso circulatorio.
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