El hecho de que cinco de cada diez cucuteños se sientan pobres no es una cifra menor ni para pasar por alto. Los resultados de la más reciente encuesta de #MiVozMiCiudad pusieron al descubierto la realidad de los hogares de Cúcuta, a los que el dinero no les alcanza para lo básico.
El asunto es que este panorama no es nuevo y desde el 2019 viene en pleno deterioro, y ahora, con los efectos de la pandemia del coronavirus en 2020, la situación se agudizó, tanto así, que, por lo menos, un miembro del hogar perdió su ocupación o sustento por la emergencia sanitaria.
La baja calidad del empleo hace que un poco más de 236.000 personas sean muy vulnerables a perder su trabajo y ubica a Cúcuta como la capital de la informalidad en Colombia, con una tasa de 72,5%, entre diciembre y febrero, muy por encima de la media nacional: 49,2%.
La ocupación informal está asociada a puestos de comida rápida, ventas ambulantes, peluquerías, tiendas y mototaxismo. Una preocupación que inquieta al director del DANE, Juan Daniel Oviedo, que sugiere avanzar en la formación para el trabajo, sobre todo, de los más jóvenes.
Y eso se explica en el nivel educativo de los informales: el 69% de los ocupados apenas tiene educación básica primaria y secundaria y educación media. Mientras que el 9,5% no tiene ningún tipo de estudio, el equivalente a la población de El Zulia (30.000 habitantes).
Al no existir mano de obra calificada y que la base del empleo sean las actividades de comercio, los ingresos de los informales no serán suficientes para que un hogar de cuatro personas no sea declarado pobre. Según el DANE, se requiere de $1.159.672 para evitarlo, $289.918 por cabeza.
En ese sentido, el 52% de la población de Norte de Santander es pobre y el 31,3% es vulnerable, alrededor de 1’167.000 personas. Esto quiere decir el resto corresponde a la clase media (226.000) y alta (10.000), según los datos de la última encuesta de pobreza monetaria 2019.
Entre 2018 y 2019, la mayoría de los indicadores de pobreza monetaria del departamento no fueron los mejores. La población pobre creció 4,5%, con 69.000 personas más, y la brecha de pobreza aumentó 4,0%, de 17,6% a 21,6%.
Lo mismo sucedió con el comportamiento de la línea de pobreza, de $278.840 en 2018 a $289.918 en 2019, una variación de 4,0%, la más alta de país. Antes, un hogar necesitaba de $1’115.360 para no caer en la pobreza. Ahora, requiere de $1.159.672 –un poco más de un salario mínimo–.
Un reto enorme para los hogares si se tiene en cuenta que un trabajador por cuenta propia percibe $640.996, menos que el básico ($908.526), el equivalente al 55% de lo que se necesita para dejar de ser pobre, según los cálculos del DANE.
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Aunque no se han publicado los datos de pobreza monetaria 2020, todo parece indicar que la clase pobre y vulnerable aumentará, al igual que la media, por efecto de los 40.000 empleos que destruyó la pandemia en el área metropolitana de Cúcuta y de las presiones de la migración venezolana.
Entre diciembre de 2020 y febrero de 2021, los puestos de trabajo perdidos en Cúcuta sumaron los 19.000 y la población desocupada aumentó a 91.000 frente al mismo trimestre móvil de 2019. Las mujeres fueron las más afectadas, con 11.000 empleos destruidos.
La mayoría es joven y eso se evidencia en que Cúcuta es la tercera ciudad del país con mayor tasa de desempleo en esa población (31,2%), es decir, que 3 de cada 10 personas, entre los 14 y 28 años, está desocupada en el área metropolitana.
Todos estos indicadores ponen de manifiesto la cruda realidad social y económica de Cúcuta y Norte de Santander y las dificultades que tiene el aparato productivo para generar empleo de calidad, sobre todo, cuando se necesitan 4.000 empleos para bajar un punto porcentual en la tasa de desempleo.
En el panel ‘Sector público en el desarrollo empresarial y la internacionalización’, organizado por la Fecs, se concluyó que se debe hacer un diagnóstico para determinar cuáles son las actividades económicas con más potencial para impulsar la economía de Cúcuta.
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Sumado a la formación para el trabajo, sobre todo, los más jóvenes, con el objetivo de tener mano de obra calificada y aprovechar las oportunidades que ofrece el sector de las tecnologías de la información, como una forma de aportarle a las empresas de base tecnológica y al agro.
En esta última, los agricultores deben ir más allá de la actividad primaria y transformar lo que cosechan, para obtener más valor y colonizar, no solo el mercado nacional sino internacional, con apoyo de los programas del gobierno para impulsar este tipo de unidades productivas.