Cácota de Velasco es un municipio que enamora a todos los turistas que deciden visitarlo: con sus paisajes, sus tradiciones y su gente.
Un ambiente frío, acompañado por aires coloniales que fácilmente transportan a todo aquel que camine por sus calles, a la historia, pues estos caminos son los mismos que un día recorrió Simón Bolívar en compañía de su Ejército.
Su mayor actividad turística se centra alrededor de la laguna del Cacique Cácota y los senderos que conducen al lugar son el escenario ideal para vivir una experiencia ecológica única, digna de ser registrada por medio de fotografías.
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Sin embargo, los espantos, las brujas, los espíritus malignos y los seres de ultratumba, también hacen parte de la tradición popular de Cácota. Muchos son los ejemplos de historias de apariciones que pueden hacer erizar la piel del más valiente.
En Cácota, las leyendas y las historias de miedo son narradas por los abuelos, especialmente en fechas conmemorativas como finales de octubre o principios de noviembre, donde el Halloween y el Día de las Ánimas se toman el calendario, aunque el ambiente de Semana Santa también es el escenario perfecto para sentir la presencia del ‘más allá’ alrededor del pueblo.
Tanto es el respeto de los pobladores a los fenómenos paranormales, que desde hace un par de años recrean los espíritus a través de esculturas, acomodadas estratégicamente en el pueblo para dar la bienvenida a todo aquel que visite el sur-occidente del departamento.
En el trayecto conocido como Camino Real, los caminantes podrán vivir una experiencia aterradora, al encontrarse con La Mechosa, El Cojito, Las Ánimas y El Castillo Indígena.
Según narra Yezid Alfonso Araque, gestor cultural y encargado de elaborar las esculturas, la idea nació como una iniciativa durante la administración del alcalde, Manuel Isidro Cañas, quien buscaba en ese momento que en el municipio se mantuvieran las tradiciones culturales, al tiempo que se generaba desarrollo en la región.
Las tenebrosas imágenes, cargadas de realismo y ubicadas en sitios estratégicos, han espantado a más de uno, los mismos que desconocen sobre su historia y se sorprenden al observarlas en medio de sus rutas.
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La Mechosa
La Mechosa es uno de los espantos más temidos en Cácota, en otras partes es conocida como La Llorona.
La historia cuenta que este espectro va en búsqueda de humanos rebeldes que abandonan la casa para irse a beber y divertirse, otros dicen que castigan a los que salen después de media noche.
“Sus gritos son los que generan miedo. Cuando se escuchan lejos, hay que esconderse; pues el sonido lo hace solo para engañar, ya que en realidad significa que se encuentra muy cerca”, relató Araque.
El Cojito
El Cojito, según la leyenda, está encargado de cuidar los bosques y odia a quienes los derriben.
Por esta razón, no permite que los campesinos los corten los árboles para leña o utilicen los troncos para otras labores sin su permiso.
Quienes se arriesgan a desobedecerlo, al destruir la naturaleza, los mata a cosquillas.
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“La historia cuenta que este ser antes de convertirse era un niño que visitaba frecuentemente el bosque para recolectar leña, un día se quedó dormido y alguien que pasaba por el lugar, decidió cortarle la pierna, dejándolo cojo”.
Procesión de las Ánimas
Como si fuera un selecto grupo que se reúne a rezar, dignos de una procesión, las ánimas también llamadas almas en pena, vagan por el pueblo durante la noche sin ningún rumbo.
Los testigos que aseguran haberlas visto en algún momento, señalan que el olor a cera y un ligero viento que genera escalofríos, son indicios de que está pasando la legión de espectros.
Durante la Semana Mayor, su presencia es más notoria, pues el ambiente de oración y reflexión las atrae.
El Castillo de la laguna
Ubicado en todo el centro de la laguna, el castillo representa un sitio sagrado de encuentro, donde los primeros pobladores indígenas hacían los ritos sagrados.
Según narran las historias, en la época colonial, las aguas de aquel espejo de agua eran muy ‘celosas’ y no dejaban que nadie se le acercara, pues inmediatamente el clima cambiaba y empezaba a llover a cántaros. Hasta que un día un sacerdote tomó la decisión de arrojar en sus aguas un cáliz de oro para calmar la situación que aquejaba a los pobladores, acción que cumplió su objetivo.
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La tradición recuerda que cada Viernes Santos, la laguna se divide en dos y le muestra a la persona, con las intenciones más puras, el lugar donde se permanece oculto un objeto junto al castillo convertido también en oro, para que este vaya y lo reclame. Así podrá suplir su necesidad más inmediata.
Piedra de Ojo
Las montañas de Cácota guardan en sus entrañas parte de lo que fue la existencia de las tribus indígenas de la familia de Los Chitareros, que poblaron los valles de los ríos Chitagá, Valegrá y Ulagá, lo que son hoy territorios ocupados por los municipios de la provincia de Pamplona.
Para evitar que los capturaran se escondían en las cuevas huyendo del acoso de los perros y de los caballos de los conquistadores. De ahí eran sacados violentamente y conducidos a las minas de oro del páramo, en donde por los azotes, el trabajo físico y la falta de alimentos, morían lentamente.
Después de 450 años los restos de lo que fue esa etnia indígena se conservan en cuevas localizadas en los filos de las montañas de Cácota.
Para Araque, estos sitios deben ser objeto de procesos de conservación para guardar la memoria y patrimonio dejado por los primeros pobladores de la región. Sin embargo, hay quienes dicen que se les ve por las noches protegiendo el lugar, como si estuvieran guardando algún tipo de tesoro.
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