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Retorno forzado en Tibú: desplazados vuelven a sus hogares pese al peligro
Algunos han encontrado a subversivos durmiendo en sus camas.
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Ana María Rueda
Ana María Rueda
Viernes, 7 de Febrero de 2025

Cientos de familias desplazadas por el conflicto armado en Tibú han tomado la difícil decisión de regresar a sus hogares, a pesar del riesgo que esto implica.

De los siete albergues habilitados inicialmente para acoger a las víctimas de los enfrentamientos entre grupos armados ilegales, solo tres continúan en funcionamiento: el Centro Cultural Municipal, Migración Colombia y el Club La Mechita.
En estos lugares permanecen las personas que, por temor, aún no se atreven a retornar, a la espera de una solución efectiva por parte del Gobierno Nacional.


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Sin embargo, la mayoría de los desplazados no tuvo alternativa. La falta de condiciones dignas en los albergues y las amenazas de los actores armados fueron los factores que precipitaron su retorno.

La preocupación por perder las viviendas y terrenos que con esfuerzo han construido también pesó en la decisión.

“Yo de verdad que no voy a arriesgar a toda mi familia regresando”, expresó Rubiela Henao, una de las desplazadas de la vereda Campo Seis. “Sé que la pérdida es muy grande porque tenemos marranos, pollos, plátano, yuca, muchas cositas que ya no volveremos a tener, pero prefiero nuestra vida”.

Rubiela, como muchas otras familias, siente impotencia ante la falta de respuestas. “La única salida a todo esto es que el presidente se siente con esa gente y lleguen a un acuerdo. Mientras tanto, nosotros seguimos siendo los más afectados”, añadió con resignación.

 

Tres razones para huir

Líderes comunitarios de Tibú han identificado tres razones principales que llevaron al desplazamiento masivo.

La primera fue el temor a quedar atrapados en medio del fuego cruzado. En las últimas semanas, los enfrentamientos en la zona rural se intensificaron, generando un clima de terror que obligó a las familias a abandonar sus hogares en busca de refugio.

La segunda razón fue el efecto dominó que se generó cuando los primeros habitantes de las veredas comenzaron a salir.
La incertidumbre y la zozobra se apoderaron de quienes aún dudaban en marcharse, pero al ver que sus vecinos y amigos huían, tomaron la misma decisión por miedo a lo que pudiera ocurrir.

La tercera razón, aunque menos frecuente, fue el interés de algunas personas que aprovecharon la crisis humanitaria para acceder a las ayudas dispuestas para los desplazados.
Según algunos líderes comunitarios, hubo casos en los que individuos sin necesidad real llegaron a los albergues con la intención de beneficiarse de los apoyos entregados por organismos gubernamentales y de cooperación internacional.

 

El difícil retorno

Tras aproximadamente quince días en los albergues, muchas familias comenzaron a notar que la situación no mejoraba.
A pesar del apoyo recibido, la asistencia era insuficiente. “No desconocemos la ayuda que se dio, pero los almuerzos se estaban sirviendo entre las 4:00 y 5:00 de la tarde, y era solamente arroz con mortadela porque no daba para más”, explicó un líder comunal de Tibú.

La falta de recursos básicos y la precariedad en la alimentación hicieron que varias familias optaran por regresar a sus hogares, a pesar del peligro latente.


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Pero la necesidad no fue el único motivo. Según testimonios de las víctimas, grupos armados ilegales comenzaron a advertirles que si no volvían pronto, sus tierras serían ocupadas y luego sería imposible recuperarlas.

“Claro, por no perder lo que tanto les ha costado construir, decidieron regresar sin importar el riesgo o lo que se fueran a encontrar. Desde ahí no hemos establecido comunicación con los que se fueron”, indicó el líder.

 

Lo que encontraron al regresar

El retorno no fue fácil. Algunos afortunados hallaron sus viviendas intactas, pero otros se llevaron la amarga sorpresa de ver que sus propiedades habían sido ocupadas por los grupos armados.

“Una vecina me dijo en estos días que cuando llegó a su casa encontró a un guerrillero durmiendo en su cama. La casa estaba llena de elementos para hacer explosivos. Ella me dijo que el susto fue tremendo, pero que no le hicieron daño, solo estaban aprovechando las casas abandonadas para esconderse sin que nadie sospechara”, relató Ana Capacho, residente de la vereda Galán.

Según los testimonios, en varias veredas los grupos armados han utilizado las viviendas abandonadas como refugios improvisados, bodegas de armamento y centros de operaciones.


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