Pasaron las 9 de la mañana y era la hora del recreo en el Centro Educativo Rural La Lejía en el corregimiento de Tapartó, municipio de Andes.
Hacía una linda mañana. En el pequeño patio al lado de las aulas, 19 niños correteaban bajo el sol ante la supervisión de la profesora Eliana Rincones. Otros tres niños merodeaban el salón. Todavía no salían al patio.
Pero un crujido en el morro silenció los juegos y las risas. Los niños fueron los primeros en advertir cómo se movía la montaña. El instinto les dijo inmediatamente que tenían que correr y corrieron desesperados, lanzándose por un pequeño volado que separaba la escuela de la carretera.
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La profesora, en medio del shock, huyó junto con una madre que apoyaba en el comedor escolar, justo cuando el derrumbe atrapaba ya sus pasos. En la huida, según le relató la docente a El Colombiano, alcanzó a rescatar a un niño atrapado en una cuneta que había quedado inmovilizado. Después de que el derrumbe cesó llegó el estupor.
También fue el instinto lo que la guió a tomar aire, aunque estaba presa del pánico, para contar rápidamente a los niños y advertir quienes faltaban. Faltaban cinco pequeños.
Abel Velásquez bajó con dos palas. No alcanzó a ponerse botas y a los cinco minutos de estar escarbando tierra perdió sus tenis, y siguió durante las siguientes cuatro horas paleando descalzo. Más de 200 personas de la comunidad colmaron el sitio con baldes y palas, le abrieron el terreno a la maquinaria que llegó luego con los bomberos y el Ejército.
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A las 10 de la mañana la primera niña fue rescatada. Alejandro Tabares, coordinador de triage del hospital del municipio, fue quien se encargó de brindarle la atención médica. Recuerda que tenía el pulso débil y estaba helada. Pero minutos después, y con un poco de oxígeno, recobró la energía y empezó a hablar con tranquilidad.
Luego sacaron otra niña. Ambas contaron con la fortuna de haber quedado en una cavidad que les permitió recibir un poco de aire mientras las manos salvadoras llegaban hasta ellas.
Pero Ana Sofía (6 años), Andrea (5 años) y Alexánder (6 años) no corrieron con la misma suerte. Alexánder recibió 25 minutos de reanimación, pero no fue posible devolverle la vida. Ana Sofía fue la última en ser rescatada, aproximadamente a la 1:30 de la tarde. Ya era demasiado tarde. Llegó sin signos vitales al hospital.
Pese a la tenacidad de los voluntarios y la oportuna reacción de las autoridades, el terreno jugó en contra. La tierra estaba muy densa y los niños habían quedado a poco más de dos metros bajo tierra. El reporte preliminar del hospital fue muerte por asfixia.
Pero la comunidad siguió buscando. En medio del caos, una familia había llegado en la mañana a buscar a su hija, una niña que no estaba matriculada pero que todas las mañanas jugaba con los pequeños de la escuela. Cuando en un cruce de órdenes los bomberos recibieron la instrucción de parar la máquina, cientos de voluntarios les exigieron continuar con la labor en busca de la niña.
Agotados, y algunos lastimados, siguieron paleando y haciendo cadena humana para retirar tierra hasta que una voz por la radiofrecuencia de los bomberos anunció que la familia se había reencontrado con la pequeña. No había muchos alientos, pero tras un leve aplauso mezclado con bendiciones se empezó a diluir el improvisado grupo de búsqueda.
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¿Qué causó la tragedia?
Jonatan Contreras, líder social de Tapartó, asegura que no había señales de que una tragedia semejante podría ocurrir en el corregimiento.
Eso sí, fue claro con los políticos a nivel nacional, como los senadores antioqueños que se pronunciaron sobre el hecho, y con el gobernador encargado Juan Pablo López, que más que un aluvión de declaraciones y lamentos lo que necesita Tapartó es que llegue infraestructura y equipos técnicos que analice el terreno y determine si existen amenazas latentes semejantes.
Según el mandatario encargado y el alcalde Carlos Alberto Osorio, fue una acumulación de agua en la zona alta de la montaña, donde se encuentran unos guaduales, lo que desencadenó la tragedia.
Tras el hecho, Corantioquia señaló que no solo el Suroeste sino todo el departamento es susceptible a seguir padeciendo movimientos en masa como el que cobró la vida de Alexánder, Ana Sofía y Andrea. La posibilidad de que el fenómeno de La Niña se mantenga en el segundo semestre de 2022 es mayor al 64%.
Las acumulación de agua por las precipitaciones seguirán saturando terrenos y favoreciendo movimientos en masa de laderas, por lo que gran parte de la población del departamento tiene la tarea de participar activamente en las medidas de prevención orientadas por los consejos municipales de gestión del riesgo.
El gobernador encargado se comprometió a ayudar a reconstruir rápidamente la sede educativa de La Lejía y tomar las decisiones oportunas para garantizar la continuidad académica de los niños de preescolar y primero que perdieron su segunda casa.
Lina Hurtado, tras saber a salvo a su hija y a su sobrino, se metió al barro a rescatar los útiles y material del aula que con tanto esfuerzo habían conseguido.
Decía con voz temblorosa que la pérdida de la escuela representa un golpe durísimo porque alrededor de la sede han logrado tejer una comunidad de confianza para el cuidado de sus hijos, en una vereda en la que padre, madre, hermanos mayores y hasta abuelos tienen que salir a rebuscársela en duros jornales porque cada vez los salarios que recibe cada miembro de un hogar alcanza para menos.
La profesora Eliana, todavía aturdida por la tragedia, pide que se reconstruya prontamente porque sabe la importancia que tiene esa pequeña edificación para tres sectores: La Cueva, Filo del Medio y El Porvenir.
Pero sabe también que habrá otra reconstrucción que les tocará hacer, no con ladrillos ni cemento, si no con empatía y solidaridad. “Tenemos que reconstruir el espíritu porque lo que vivieron estos niños no será fácil de sobrellevar. Las familias que perdieron a sus pequeños necesitan seguir contando con la comunidad educativa. En lo personal, es el mayor reto que he tenido como docente: ayudar a guiar a estos niños a superar esta pesadilla”.
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