Luego de salir de una misa de Viernes Santo en el municipio de Lourdes, un niño de nueve años se colmó de inspiración y pintó un rostro de Jesús, tal y como lo imaginaba. Hoy, a sus 41 años, aún conserva su vocación religiosa, pero contrariamente retrata a los más peligrosos delincuentes del país.
Francisco Javier Castillo Velásquez es un ocañero, hijo del maestro santandereano Jorge Eleazar Castillo Silva, de quien heredó su vena artística que afloró desde su primaria en el Núcleo Escolar Agrícola de Lourdes.
Para entonces, la clase que más le gustaba era la de estética y siempre llevaba consigo un cuaderno de dibujo donde plasmaba paisajes de la región, como cafetales, casas de campo y animales domésticos.
Francisco Javier se formó en el municipio de Barichara, tierra de artistas, pintores, escultores y talladores de piedra.
En el colegio se destacó en las semanas culturales participando en los concursos de dibujo donde arrasaba con los premios. Pero, a veces debía ceder el primer puesto para que no ganara otro compañero.
Cuanto tenía 14 años, el papá de Francisco Javier lo llevó a vivir al municipio de Barichara en Santander, tierra de artistas, pintores, escultores y talladores de piedra, donde conoció al maestro santandereano Jairo Pinto Pinto, con quien se formó por tres años en figura humana, paisajismo, composición, bodegones, teoría del color y técnicas artísticas como el carboncillo, óleo, acuarela, pastel y acrílico.
Su primera exposición artística la ganó en 1991, siendo un menor de edad, en un evento organizado por la Casa de la Cultura de Barichara, donde participó junto a reconocidos maestros de la región.
Años después, se graduó del colegio Técnico Industrial Aquileo Parra como bachiller, con especialidad en dibujo técnico.
La Policía
En 1999, después de estudiar por un semestre arquitectura en la Universidad Francisco de Paula Santander, este joven artista decidió cambiar su rumbo de manera radical.
A los 23 años ingresó al curso de patrullero en la Escuela de la Policía Rafael Reyes del municipio de Santa Rosa de Viterbo en Boyacá.
En medio de las rutinas de entrenamientos físicos, doctrina policial y una rigurosa disciplina, Francisco Javier sacaba tiempo de sus ratos libres para volver a sus entrañables dibujos. Así que caricaturizaba a sus amigos y profesores y dibujaba en carboncillo a las familias de sus compañeros. En ese momento, empezó a darse a conocer.
Casualidad del destino
En enero de 2001, Francisco Javier se graduó como patrullero y fue destinado a laborar en la Seccional de Investigación Criminal (Sijín) en Bogotá, en el grupo investigativo de delitos contra la vida e integridad personal, donde su carrera profesional se compenetró de manera fortuita con su pasión.
A su grupo le fue asignada la investigación del asesinato de un reconocido abogado en la capital. La Policía tenía ubicados dos testigos claves que estaban en la capacidad de describir las características físicas de los delincuentes. Pero, el perito en retratos hablados estaba de vacaciones.
Así que sin pensarlo dos veces, Francisco Javier le solicitó a su superior que le permitiera hacer los retratos. La sugerencia no fue viable, pero en vista de las circunstancias y la relevancia del caso, el oficial finalmente accedió a que escuchara a los testigos.
Fue así como este ocañero corrió a comprar en una papelería de barrio dos hojas de oficio y un lápiz HB y elaboró los dos primeros retratos hablados para la Policía.
Ocho días después de cometido el crimen, las felicitaciones no se hicieron esperar al lograr la captura de los dos asesinos. Sus retratos sorprendentemente tenían un gran parecido físico con los delincuentes.
La Dijín
En adelante, la Policía canalizó el potencial de Francisco Javier y lo especializó como técnico profesional en planimetría judicial y morfología facial forense en la escuela de Investigación Criminal.
Una vez graduado se desempeñó como perito en las unidades móviles de inspecciones a cadáveres en Bogotá.
Luego de siete años y medio se ordenó su traslado para la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (Dijín), donde fue asignado al área de policía científica y criminalística como perito en topografía judicial encargado de realizar las diligencias de prospección, búsqueda y recuperación de restos óseos humanos en enterramientos clandestinos de las víctimas del paramilitarismo y de otros grupos al margen de la ley.
A la fecha, 18 años después, Francisco Javier tiene el rango de intendente y continúa en la Dijín como perito artista forense.
En sus manos ha tenido la responsabilidad de retratar a temidos delincuentes en casos de connotación nacional como los responsables del atentado terrorista en el Centro Comercial Andino de Bogotá o de los asesinos de los cuatro niños hermanos Venegas en el departamento de Caquetá.
80 retratos mensuales
El éxito de los retratos hablados depende de la claridad mental que tenga la víctima al momento de describir a su victimario, con una efectividad entre el 70 y 90 por ciento. También del tiempo que la víctima pudo observarlo, las condiciones de luz y el nivel de estrés que le produjo la situación.
La Dijín, a través de sus 51 seccionales de investigación criminal y 8 laboratorios regionales, tiene un promedio de 80 diligencias mensuales de retratos hablados relacionados principalmente con homicidios, secuestros, hurtos y acceso carnal violento.
La tecnología juega un papel preponderante en la elaboración de retratos hablados con equipos de última tecnología como el software de Técnicas de Identificación Facial Electrónica (EFIT) que permite elaborar rostros en dos y tres dimensiones e incluso incluirle voz y movimientos gesticulatorios.
La labor
Además de los retratos hablados el artista forense elabora:
Proyección de edad o envejecimiento: es una aproximación de la apariencia que puede tener una persona con más o menos años.
Caracterización: consiste en establecer qué apariencia puede llegar a tomar una persona que trate de cambiar su aspecto físico, bien sea mediante cirugías plásticas o simplemente dejándose crecer la barba el bigote, su cabello o simplemente utilizando prendas y accesorios como gorras sombreros gafas, entre otros.
Reconstrucción facial: consiste en establecer a partir de un cráneo la apariencia física que pudo haber tenido una persona en vida.
Diligencia de cotejo morfológico: consiste en comparar imágenes fotográficas o de video del rostro de una persona con las de un sospechoso del delito.