Uno pensaría que país que sufrió el éxodo de más de seis millones de ciudadanos a raíz de la crisis económica, la ausencia de un liderazgo político capaz y transparente, y la presencia de un conflicto bélico en sus fronteras no podría permitirse el lujo de improvisar el rumbo de su gobierno. Sin embargo, lo hizo. Y no hablo de Colombia, a pesar de la similitud, sino de Ucrania, la Nación donde el 73% del electorado, quizás motivado por el sueño de pertenecer al club comunitario que le ofrecería soluciones financieras y de gestión pública (Unión Europea), o tal vez simplemente ejerciendo un voto de castigo contra el magnate chocolatero Petro Poroshenko (involucrado en episodios de corrupción y declarado como ineficaz en su gobierno), le dio la presidencia a un humorista.
Al amparo del hartazgo caminaron trece millones de habitantes y eligieron a Volodímir Zelenski como Presidente. La situación económica, sumada a los escándalos de corrupción, es una combinación ganadora a la hora que inclinar al electorado por apoyar a una persona ‘diferente’ en las urnas. Pero el hecho de que un candidato esté fuera de los esquemas tradicionales de la política no quiere decir que no pretenda jugar bajo las mismas reglas de la élite posicionada. Zelenski se ha enfrentado a la realidad de que es mucho más fácil denunciar la corrupción de las instituciones que adoptar medidas para luchar efectivamente contra ella. Además, llegó con un programa de gobierno incompleto y desconocido en muchos aspectos, y no cuenta con un plan para recuperar la parte del territorio que está controlada por milicias pro-rusas ni la anexión unilateral (por parte de Rusia) de la península de Crimea.
Todo esto deja ver que la ilusión de cambio, muchas veces puede ser sólo eso. El deseo de cambio es completamente legítimo, se vivenció en experiencias electorales nacionales como la del Movimiento Cinco Estrellas en Italia o el mencionado caso de Ucrania, y a nivel local, al interior de nuestro país, en ciudades como Bucaramanga.
Cúcuta quiere unirse a este patrón electoral, lo cual es una gran noticia, pero para hacer bien el ejercicio se requieren varias cosas: Primero, no olvidar las promesas electorales incumplidas (la nueva terminal de transporte, el centro de ferias y eventos, la creación de un sistema de transporte masivo, las veinte mil casas o el teleférico de Tasajero). Segundo, buscar un candidato de opinión, no uno con opción. Es importante recordar que subirnos en el bus de la victoria por temor a apoyar a alguien que ‘no suena’ nos ha costado muy caro como ciudad: Nos trajo la terrible alcaldía de María Eugenia Riascos y le dimos la oportunidad de engañarnos al cuasi eterno perdedor Donamaris Ramírez. Por último, para entrar bien en la onda del cambio tenemos que hacerle creer a los mafiosos de la política que ganaron, que nos convencieron, que los $50.000 del voto no se van a perder. Así les daremos una sensación de seguridad y los sorprenderemos en las urnas, como le pasó a Corzo en la pasada elección.
Ya viene la época electoral fuerte en Cúcuta y Norte de Santander, pero no podemos permitirnos elegir a nuestros líderes mediante el voto del desencanto, porque al amparo del hartazgo no cambiaremos la realidad.