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Amar y saber escuchar
El amor es firme, no es ruidoso, es tranquilo.
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Miércoles, 5 de Enero de 2022

Amables lectores: un gran porcentaje de los seres humanos ha comprado la idea que amar es una comedia romántica. Existe el convencimiento de que en toda historia de amor deben existir tragedias, mentiras, conflictos de familia, separaciones y, por fin, besos y una vida feliz. Cuando esto no existe muchos se aburren y dudan de su enamoramiento. Nos debemos convencer que el amor puro debe estar lejos de melodramas, exigencias, amenazas, celos y apegos. Se debe basar en frases como: “te traje café a la cama, descansa un rato más”. “Te amo, aunque con alguna frecuencia discutamos y jamás te voy a abandonar”. “Estoy orgulloso de ti, diviértete en la fiesta, aunque no pueda acompañarte”.

El amor es firme, no es ruidoso, es tranquilo. Amor no es buscar un final feliz sino una cadena interminable de momentos felices. El que ama debe realizar una escucha paciente por tercera o cuarta vez de la misma historia o chiste referido por el ser sujeto del amor. En la vida como en el amor es indispensable saber escuchar.

La columnista Alejandra Pumarejo trae a colación la siguiente frase del Dalai Lama: “Cuando hablas solo repite lo que ya sabes, cuando escuchas puedes aprender algo nuevo”. Hoy se ha sobrevalorado la necesidad de ser extrovertidos y muy comunicativos. Los que mejor y más hablen obtienen los puestos importantes. Como ejemplo, vemos que los políticos admirados son los grandes oradores a pesar de que sus palabras no tengan mayor contenido y que en privado hagamos referencia a esos discursos de manera displicente.

La columnista Pumarejo afirma igualmente que en la actualidad si un niño no es sociable o es callado es señalado por los profesores quienes llaman a sus padres y consternados les aconsejan llevarlos a terapias con psicólogos para investigar por qué no interactúa o habla más. Debemos ser cuidadosos con el contenido de lo escuchado y tener criterio para no dejarnos deslumbrar por las palabras. Los grandes descalabros financieros tienen muy que ver con el dejarnos engañar por charlatanes llenos de promesas y simultáneamente rechazamos los prudentes consejos de personas tímidas y de pocas palabras. Añade la columnista que las personas más analíticas toman menos riesgos. Hoy es imprescindible tomarse suficiente tiempo para pensar antes de hablar. Con el amor de pareja y de los hijos muchas veces oímos, pero no escuchamos, porque estamos preparados para contestar o defendernos. Todo diálogo constructivo debe tener un proceso mental, pero nos dejamos maravillar por gritos y palabras vacías. Damos gran importancia al hablar para oír nuestra propia voz, pero sin argumentos bien pensados.

No aceptemos con rapidez y a ciegas a aquellos que hablan bonito, sino que debemos procesar y preguntar para no ser engañados tan fácilmente. La razón de la vida no está en la velocidad sino en el contenido profundo de las palabras. Existe la costumbre de imponerle a los demás nuestra versión sobre cualquier tema a la brava como si fuera una purga de las que bebíamos en nuestra infancia. Muchas veces sentimos que debemos contagiar al prójimo con nuestra sabiduría porque creemos que nuestras decisiones son las acertadas. Debemos convencernos de que no nos las sabemos todas y que, en realidad, ignoramos hasta por donde sale el sol cada mañana.

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