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Beethoven 250, ¡Inmortal!
El legado de Ludwig van Beethoven.
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Domingo, 6 de Septiembre de 2020

La soledad, el retraimiento, la sordera implacable y un universo íntimo pleno de romanticismo, forjaron en el alma de Ludwig van Beethoven los anclajes para sembrarlo en los instantes sublimes de todos nosotros.

La gala del mundo se honra en el legado de un ser humano excepcional, enfrentado a su propio destino con sólo un recurso mágico, su talento, transportado a sus emociones por una vocación musical maravillosa, inspirada en los sentimientos, conmovida en el silencio, aferrada a la nostalgia.

Sonatas, conciertos, sinfonías y una ópera, Fidelio, lo hicieron un compositor-intérprete, no sólo de su piano –mientras pudo– sino de la pasión humana, según la necesidad de hallar salida a algún laberinto, a una alegría, a una tristeza, a los momentos de luz o de oscuridad, en los que la vida se torna encrucijada.

En Claro de Luna, por ejemplo, las sonatas tienen un solo nombre y todas ellas deberían llamarse así, o, en el Concierto 5 Emperador –mi favorito–, se reflejan las esperanzas  para emprender (o arremeter) una lucha vital.

Es inmortal Beethoven, desde cuando nació, hace doscientos cincuenta años, en Bonn, porque ha fascinado a la humanidad, porque sus sinfonías son cumbre y rúbrica de la esplendorosa espiritualidad de la música.

La tercera, majestuosa y heróica; la quinta, contundente; la sexta, pastoral, lírica y dulce como los arroyos de sus campesinos, o la novena, incontenible y coral cantando a la alegría y a la fe en la humanidad… o cualquiera: son de infinita sensibilidad. ¡Qué grandeza!

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