Si los lectores han estado atentos a los planteamientos de los candidatos tanto a la presidencia como al congreso de la república observarán que hay un tema que, salvo pocas excepciones, ninguno trata; lo eluden. Me refiero al narcotráfico. Ni más o menos que un tema que involucra absolutamente todo en Colombia. En ese absoluto están los tres poderes públicos: legislativo, ejecutivo y judicial. Están implicados la economía, los bandos ideológicos, la Iglesia por callar, los medios de comunicación, las universidades y, por supuesto, las guerrillas. Por el narcotráfico está en riesgo la democracia y el de ser el nuestro un estado fallido.
Valga decir cuáles son las excepciones, esto es, los dirigentes políticos que no le sacan el cuerpo al asunto y lo han asumido con carácter. Curiosamente, son tres voceros de la derecha colombiana los aguerridos combatientes. Ellos, los frenteros, son el expresidente Andrés Pastrana Arango, el candidato conservador David Barguil y el exministro y exprecandidato por el Centro Democrático Rafael Nieto Loaiza.
De Andrés Pastrana se destaca su discurso virtual en la Convención Programática Nacional del Partido Conservador del 21 de noviembre de 2020. Su denuncia allí del narcotráfico es rotunda, así como su señalamiento, sin dejar títere con cabeza, de los responsables, incluyendo las altas cortes, expresidentes, y jefes políticos de resonancia nacional. Igualmente, en la Convención Nacional Conservadora del 26 de enero de 2022 en que fue elegido David Barguil Assis como candidato presidencial, el doctor Pastrana volvió a arremeter contra el poder corruptor de las mafias. Allí señaló a los cuatro jinetes apocalípticos colombianos acaballados en el narcotráfico. La corte constitucional figura como una de las fuerzas que lo sostienen.
Agrego yo que, sin duda, la infortunada providencia del extinto magistrado izquierdista Carlos Gaviria con su tesis del libre desarrollo de la personalidad le hizo un gran mal a Colombia. Véanse, no más, las calles, plazas y esquinas de nuestras ciudades colmadas de consumidores de estupefacientes, que ya son un verdadero peligro público.
Por su parte, el joven candidato Barguil aduce un poderoso argumento para incluir en su programa de gobierno la lucha decidida en todos los campos contra el narcotráfico: su padre, un hombre inteligente, que hablaba tres idiomas, en un viaje a España probó un alucinógeno y se convirtió en drogadicto. De nada valieron terapias y clínicas. No fue capaz de superar la adicción y murió en ella.
El otro líder que maneja el tema con autoridad, lo ha estudiado, conoce estadísticas y no le teme a acusar a personas, grupos subversivos y a cuanto sujeto esté comprometido, es el exministro Rafael Nieto Loaiza. En su columna periodística – que incluso publica La Opinión -, en artículos de factura impecable presenta los estragos que el sangriento y criminal negocio ha producido en nuestra sociedad. El primero, el resquebrajamiento de la moral.
Fue una lástima que el Centro Democrático no hubiera elegido al doctor Loaiza como su candidato presidencial.
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