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Caótica pandemia
¿Qué esperan nuestros gobiernos para iniciar el camino de la solidaridad que lleva hacia amplios planes de crecimiento e inversión social?
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Miércoles, 7 de Abril de 2021

Es agotador seguir día y noche abocados a la pandemia.  Que aumenta, que disminuye, que las nuevas cepas, que los PCR, que las cuarentenas, que las vacunas, en fin, tantas incertidumbres que a un año de haberse iniciado este inesperado camino para la humanidad, nos sigue sorprendiendo, porque los contagios van y vienen, y si bien la mortandad no ha llegado a los niveles de la peste negra del medioevo, o de la peste española de hace un siglo, jamás imaginamos que viviríamos esta situación.  La soberbia del homo sapiens, conquistando el espacio sideral, entrando en la era del 5G, y de tantos otros avances, hacían impensable que no se pudiera someter a un virus que con la elegancia de un bailarín se escabulle y pone en jaque a los casi 7.500 millones de seres humanos que hoy sobrepueblan la tierra.  Esto, ni el mayor deprimido pudo imaginarlo.

Y una vez más, la miseria humana se asoma en el horizonte y nos hace señas, para decirnos que a pesar de las angustias, seguimos por la senda de la indiferencia y del defiéndase quien pueda y como pueda. De solidaridad, se ven ejemplos que se destacan porque son la excepción.  Escribo estas reflexiones, desde el aislamiento y desde las afueras de la gran ciudad, lejos del ruido, del caos, del comercio callejero, del tráfico imparable, de los semáforos, de los trancones, del bullicio ensordecedor.  En definitiva, vivo en el silencio, que termina siendo el más fuerte de los ruidos, y ello me hace más incomprensible aún cuan mezquinos o miopes han sido nuestros gobernantes, que desde un inicio debieron tomarse de las manos para en conjunto salir a comprar vacunas para todos, como cuando a través del Convenio Hipólito Unanue hace algunos años salieron los países andinos más Argentina, Brasil y México a comprar antídotos para el VIH.

Y tal ausencia de solidaridad me lleva a mirar, escuchar, advertir, analizar, hacer introspección y por lo mismo, intentar comprender tan equívoco actuar.  Como somos parte de occidente, y estamos sujetos a similares normas de convivencia social, estamos siendo testigos de una competencia absurda, ególatra y muy poco humana y ejemplar, desatándose una carrera que conduce hacia un inexistente destino de sobrevivencia, a la luz de intentar aparecer ante la opinión pública nacional e internacional, como el país, sea este cuál sea, triunfador en la adopción de medidas para combatir y doblegar a este enemigo invisible, que hasta ahora se ha ensañado con los mayores, y como siempre con los más pobres, pero que comienza a poner a los más jóvenes en jaque.

Las economías de todos nuestros países están y seguirán estando muy afectadas, y como pertenecemos al continente en donde la riqueza se distribuye más inequitativamente, los que más tienen han continuado ganando, mientras la inmensa mayoría que ya tenía dificultades para sobrevivir, ahora sencillamente ha optado por arriesgarse -exponiéndose al contagio- y morir por Covid pero no de hambre.  Ante ello, nuestros gobiernos, más preocupados por los mandatos del equilibrio macroeconómico y las encuestas,  siguen apostándole a ser o aparecer como buenos alumnos y así mantener las cifras en azul, aunque ello implique un castigo hacia sus ciudadanos menos favorecidos, al no adoptar medidas que favorezcan a la gran mayoría. 

Seguimos a la saga del resto de continentes en lo que a crecimiento económico se refiere.  Todo indica que la pandemia no cejará en su depredador camino, por lo que bien vale preguntarse ¿qué esperan nuestros gobiernos para iniciar el camino de la solidaridad que lleva hacia amplios planes de crecimiento e inversión social?

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