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Colorín colorado
La experiencia para resaltar es la receptividad que tienen estos niños de edades entre los cinco y los seis años. 
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Martes, 13 de Septiembre de 2016

Mi nieta Valeria Clavijo Vásquez cursa el grado de transición en el colegio Calasanz, sede barrio Blanco, de la ciudad. Tal circunstancia me dio la entrada para participar en la reciente semana calasancia mediante una invitación a que contara cuentos en la actividad llamada “Abuelo, cuéntame un cuento”. 

La experiencia para resaltar es la receptividad que tienen estos niños de edades entre los cinco y los seis años. Simplemente,  asombrosa. Y, por supuesto, su viveza e inteligencia.

Les referí seis cuentos e historias: “La mariposa”, que compuse para el evento, “El hijo del diablo”, adaptado de un cuento del padre Rafael García Herreros, “Los niños, inventores de palabras”, sobre una noticia reciente, “El primero que anunció el nacimiento del Niño Jesús”, de mi cosecha, “La taza de café”, de una historia cierta, y “La niña perezosa que se perdió el eclipse”, también de mi autoría. 

Luego de las narraciones les hice una evaluación, y creo que fue el mejor momento de la sesión porque afloraron esa candidez y esa transparencia infantil encantadoras, y las ocurrencias que tanto hacen gozar. La mayoría mostró su preferencia por el cuento  “El hijo del diablo”. Cada uno expuso el episodio que le había impactado: una chiquilla dijo que el  niño-demonio sacaba de pretexto para no asistir a la misa un dolor de barriga, mientras que otra destacó que el mismo personaje   evitaba bañarse en la piscina para que no le vieran el rabo escondido; otro alumno se grabó la pelea del diablito con un compañero, y de esta pelea, la hinchazón en la mano porque el puñetazo que derribó al satancito se lo dio en los puros cachos disimulados en el cabello. Otro estudiante describió cómo el hijo del diablo se derritió en la mitad del patio de recreo cuando lo rociaron con agua bendita. De dicho cuento concluyeron -  según me comentó después una profesora - que el diablo se disfraza de personas para inducirnos a hac
er cosas malas. De “La mariposa” sacaron como lección que uno puede lograr lo que se propone. 

La historia del niño Matteo, en Italia, inventor de la palabra “petaloso” para referirse a una flor, que está siendo analizada para su adopción  por la Academia de la Lengua Italiana, tuvo su fruto inmediato: Valeria ya creó la suya: “tomatudo”, que sin duda significa algo lleno de tomate. Veremos qué dice la Academia de la Lengua Española. 

¡Ah! Pero esto es lo mejor: todos recordaron, al día siguiente,  que el abuelo de Valeria anunció la publicación, muy pronto, de un libro de cuentos con muchos dibujos. 

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