El periodista Juan Pablo Barrientos de Caracol Radio, adelantó una minuciosa investigación sobre las hojas de vida de los senadores y representantes que integran nuestro Congreso de la República, y que están publicadas en el sistema de información y gestión del empleo público (SIGEP) y del portal del Congreso Visible, encontrando que de 278 hojas de vida revisadas, 40 de ellas mostraban inconsistencias.
Los senadores y representantes registraron en estas publicaciones, ostentar títulos profesionales, especializaciones o maestrías totalmente inexistentes. Es decir, totalmente mentirosas.
Para ejercer las funciones de congresista no es necesario acreditar ningún título académico, con sólo un mínimo de edad, ser colombiano de nacimiento y ciudadano en ejercicio como manda la Constitución Política, basta.
Como integrantes de la rama legislativa, que tiene como misión principal expedir las leyes, todos nuestros congresistas necesariamente deben poseer el principio elemental de no mentir, y el valor fundamental de la honestidad, valores que en la investigación del periodista Barrientos, brillaron por su ausencia en el caso de un buen número de nuestros “honorables” padres de la patria.
Tenemos para muestra muchos botones: la investigación adelantada por el periodista y los casos muy sonados de congresistas presos por corrupción y parapolítica que se encuentran tras las rejas.
Los congresistas, que deben ser ejemplo de comportamiento, en muchos casos no cumplen con esos principios y valores, requisitos básicos para ser elegidos y desempeñar sus cargos, y con ello deshonran el ejercicio de la política lo cual ha llevado a que la rama legislativa del poder público sea de lo más desprestigiado que tiene el país.
Este fraude al elector y estas mentiras, si bien no están tipificadas en nuestro Código penal, lo menos que debe hacer la comisión de ética del mismo Congreso, es sancionar ejemplarmente a los mentirosos como una forma de lavar sus propias culpas y dar un paso en la recuperación de su imagen, que bien y con justa razón lo clama la opinión pública.
Seguimos diciendo: ¡Cuando la sal se corrompe!