Los congresistas vuelven a ser protagonistas de la agenda mediática en Colombia.
Esta vez, no por sus increíbles acrobacias en las sillas para adoptar posiciones cómodas para dormir en las sesiones, ni por escándalos estilo ‘Usted no sabe quién soy yo’.
Tampoco por sus extravagantes exigencias en materia de comodidad, como botellas de agua contramarcadas con sus nombres ni por su agilidad a la hora de hacer contactos y establecer nexos con actores como el director de Odebrecht.
Nada de eso, esta vez, su reconocimiento tiene que ver con dos cosas: El aumento de su salario y su gestión respecto al polémico tema de la contribución al régimen de salud por parte de pensionados.
Senadores y representantes también se beneficiaron de las conversaciones entre las centrales obreras y el Gobierno, de las que resultó el aumento de salario de los funcionarios públicos, por lo que recibirán un nada despreciable aumento de $2.070.930 en sus ingresos del 2017, con lo que su sueldo quedaría en más o menos 30 millones de pesos.
Eso, sin tener en cuenta gastos de seguridad o comunicaciones.
Demasiado dinero para alguien que, además de tener asesores que les hacen el trabajo, duerme en la oficina.
No obstante, los congresistas colombianos no son los únicos que ostentan salarios millonarios.
En México los parlamentarios ganan $51 millones, en Chile $40, en Brasil $30 y en Argentina $27.
Todos los anteriores, países llenos de corrupción y desigualdad.
La esencia de este análisis radica en que en los países latinoamericanos la política es vista como una escalera a la riqueza y no como un trabajo para servir, por ende, es apenas lógica la mezquindad con la que los congresistas en Colombia ejercen su trabajo (decir vocación sería ofensivo con otros gremios como los de la salud o los profesores, quienes sí abrazan la vocación y no sólo se dignan a ir a trabajar).
No sólo es indignante, también es ofensiva la cantidad de dinero que recibe un congresista en Colombia, sobre todo, si se tiene en cuenta que el 81% de los empleados en Colombia ganan el salario mínimo, o incluso menos.
Además, es un ultraje con los docentes del país que a un congresista se le aumente el sueldo en más de dos millones de pesos, mientras que a ellos le tocó hacer un paro de 24 días (hábiles) para recibir un aumento que apenas cubre la inflación y que no se ve reflejado debido a la carga impositiva que se incrementó con la Reforma Tributaria. A algunos sólo les aumentó $60.000, a otros $90.000 y a otros $150.000 (es importante tener en cuenta que este aumento salarial depende de la categoría o escalafón en que se ubique el profesor), mientras que a los congresistas, liberales y godos; ineptos y eficientes; corruptos y decentes; por igual, se les hizo un aumento de dos millones pesos dejando su salario en una flamante cifra de 30 millones.
Esto, por un lado. Por el otro, está la discusión del tema de los aportes a salud de los pensionados. Al respecto, el senador del Polo Democrático, Alexander López, hace una declaración con la que quiere hacerse ver como un redentor de los pensionados. Dice que el Gobierno debe cumplir con la sanción de esta norma, porque era una deuda que se tenía con los pensionados, y añade que si se acabara la corrupción, habría sostenibilidad fiscal para dicha ley. Lo que no dijo es que la reducción de aportes de los pensionados a salud también beneficia a personas como él (con altos salarios), para quienes un aporte del 4% al sistema de salud es ínfimo. Es apenas obvio que los honorables congresistas no dan puntada sin dedal y no habrían aprobado la ley de la forma en que estaba concebida, que el descuento se aplicase para personas que devengan hasta cuatro SMLMV. De este modo, la ley habría beneficiado a aquellos con bajos ingresos, sin comprometer la sostenibilidad fiscal del sistema de salud.
No se sabe si la actitud presumida (además con ínfulas de Robin Hood) del senador López fue una creación original o si se la copió a Álvaro Uribe, quien se jactaba de “haberle devuelto a los colombianos una hora de la jornada nocturna”, al mismo tiempo que se olvidaba de que por su culpa habían quitado las cuatro horas, hace algunos años.
Así las cosas, los invito a firmar la Consulta Anticorrupción, que entre sus objetivos tiene reducir a la mitad el salario de los congresistas. Y además, propongo una consulta popular para que los sexagenarios más antipáticos e hipócritas del país (Álvaro Uribe y Andrés Pastrana) se jubilen y nos dejen descansar. Espero que la secunden.