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¿Cuáles amigos?
Ha sido frustrante la volteada de los vicepresidente Angelino Garzón y Germán Vargas Lleras.
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Viernes, 13 de Octubre de 2017

El presidente Juan Manuel Santos está sufriendo las consecuencias de uno de los peores defectos de los humanos: la in gratitud. Dolor que ya sufrieron, entre otros, Jesucristo, Bolívar y muchos que vieron desfilar por sus oficinas a los peores lagartos que luego se voltearon y agarraron maletas para sumarse a las filas de quienes habían sido sus enemigos. ¿Amigo?, el ratón del queso, dice adagio popular que se ajusta como un guante a la situación que vive el mandatario colombiano, quien según sus rivales uribistas, está bebiendo de la misma agua que él bebió hace más de ocho años, cuando lio bártulos y se apartó de quien había sido su amigo y jefe, el expresidente  Álvaro Uribe, quien todavía no le perdona lo que ha considerado como una traición.

Hacer un favor es el peor negocio del mundo: se pierde el dinero y se pierde el amigo. A todos nos ha ocurrido y no cogemos vergüenza. Seguimos por el mismo camino para tener más decepciones. Hay amigos que aprovechan la mejor oportunidad para traicionarnos y sumarse a las filas e nuestros rivales. A veces está decepción nos deja asombrados y en otras, nos causa traumatismos que nos obliga a buscar alguien que nos consuele y nos explique las razones de quien se volteó. 

El grave traumatismo de la desilusión lo ha afrontado el mandatario colombiano en materia grave: se le han volteado dos vicepresidentes y su ministro preferido, quienes agarraron camino para donde su peor enemigo, el expresidente Uribe. Las razones han permanecido ocultas.

Ha sido frustrante la volteada de los vicepresidente Angelino Garzón y Germán Vargas Lleras y la del ministro y embajador privilegiado, Juan Carlos Pinzón, quienes, al igual que el famoso Judas Iscariote, le dieron una bofetada al jefe y se vendieron por unas monedas de plata, que en este caso es el canto de sirena del uribismo, que les ha ofrecido recibirlos en sus filas. De donde saldrán muy pronto, creo yo, por la falta de lealtad  que los caracteriza.

Recuerdo al respecto la anécdota de Napoleón, quien recibía a los traidores de otros ejércitos, les pedía revelar sus secretos y después los fusilaba. Era un tratamiento que ‘’premiaba’’ a los desleales. Aquí no llegaremos tan lejos pero sin duda, los tránsfugas no recibirán altos cargos, ministerios ni embajadas, como premio. Los recibirán con palmas pero no tendrán confianza en ellos pues el que traiciona una vez lo hace mil veces. 

La desilusión de Santos debe ser tan grande como el que sufrió Jesucristo. La ingratitud es terrible y deja lecciones inolvidables. Pero ¿cómo hace un presidente para saber quién lo va a traicionar? No existe un aparato para detectar la mala fe de una persona. Hay que atenerse a las recomendaciones y a los antecedentes. Si existiera el aparato, no sería necesaria la justicia, pues mostraría a quienes tienen malas intenciones. Tal vez una de las causas de los problemas presidenciales es la mala selección de los presuntos amigos. Pero si el Señor fue engañado, ¿qué puede esperar un simple mortal? GPT
 

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