La teoría de que lo que es evidente nos exime de abordar su estudio, nos lleva a gran velocidad a la mediocridad. Sabemos en materia de desarrollo, que es lógico que necesitamos grandes estructuras de servicios públicos, buenas carreteras, modernos sistemas de transporte, y en vez de abordar los proyectos futuristas nos quedamos en la rutina, en lo del diario, es decir, en lo inmediatista y pequeño.
Platón, interpretando a su maestro Sócrates, decía que en toda persona existen dos yo: uno que está en la conciencia y otro que es el que actúa. El de adentro que entiende el bien y el de afuera que no siempre actúa en consecuencia. El que sabe que hay que pensar y actuar, y el que opta por eludir lo uno y lo otro. El que entiende que las acciones deben ser grandes y trascendentales y el que resuelve moverse apenas en la precariedad.
Pues bien, en el sector público solemos encontrar todos esos dilemas, casi siempre mal resueltos; es decir, con el yo equivocado; con el facilista, el pernicioso, o lo que es peor, el perverso. Esta es la razón por la cual nos movemos en medio de la angustia de contemplar que unos avanzan y otros se quedan rezagados, que unos están cerca de ser considerados de primera y otros resignados en cuarta o quinta; unos con la calidad de vida asegurada y otros pensando en que ese escenario jamás podrá ser suyo. Y una nueva teoría que hace carrera, la de calificar los avances como instrumento de una oligarquía, frente a la tesis de que es mejor nivelar por lo bajo a todo el mundo e imponer la sociedad de la miseria.
Leí con mucho interés la entrevista hecha a José Leonidas Narváez, director del proyecto del sistema Metro de Bogotá, en donde podemos apreciar cómo fue que lograron recoger todos los avances de la administración anterior para poder dejar montada la licitación de la primera línea, y llegar a afirmar con plena convicción “Esperamos dejar en rieles la primera línea, contratada la segunda y en marcha los estudios de la tercera”. Es decir, un proyecto del que se viene hablando hace 50 años, hecho realidad en un cuatrienio; con esquemas definidos para que las administraciones venideras lo sigan en su hoja de ruta, y con un acuerdo de financiación en donde se involucra al gobierno nacional y a los sistemas bancarios del orden internacional para la provisión de los recursos.
Lo parroquial parece invadirnos siempre, lo que nos lleva a entretenernos en las cositas del día a día, sin advertir siquiera lo que hay arriba en la montaña, o detrás de ella; o como dirían los antiguos marinos: al otro lado del océano. En nuestro medio alguien produjo su propia definición “Se piensa en las próximas elecciones, pero no en las próximas generaciones”.