Parece hacerse realidad el viejo sueño caribe de un tren. El tramo Cartagena-Barranquilla-Santa Marta ya está en estructuración financiera y tiene tres alternativas de diseño, que aunque son susceptibles a algunas críticas y cuestionamientos como el energético de operación, parece ser un proyecto que avanza a buen ritmo.
Si el bloque parlamentario costeño se une y presiona al gobierno Petro, tan necesitado de reformas parlamentarias para su “plan de cambio” (que por cierto avanza a toda máquina en su nueva visión del narcotráfico, “flexibilizando” la extradición y suspendiendo los bombardeos por el “riesgo de civiles”) y el bloque costeño tan afecto a la mermelada, pueden lograr la financiación de la obra y superar el riesgo “ambientalista”.
Esta obra, esencial para mejorar la competitividad del caribe, daría a Petro la posibilidad de consolidar su fuerza electoral en esta región que lo llevó a la presidencia. Cómo operará este sistema, es la gran preocupación por una nueva empresa pública que se llene de burocracia e “intereses” y concluya en una gran desilusión, a pesar del potencial financiero del proyecto. Si Chávez logró quebrar PDVSA, a Petro le sobran capacidades para hacer fracasar, desde la misma concepción ideológica, ese gran sueño. Espero equivocarme, aunque ya el optimismo con Petro suena a imbecilidad.
Lo grave para otras regiones, en particular para el Norte de Santander, ahora metido a reconsiderar al gobierno de Venezuela como otra vez “nuevo mejor amigo”, es que la brecha del desarrollo intrarregional se profundiza. Si para el caribe el tren es un proyecto para mejorar la competitividad, el tren para el Norte de Santander es un proyecto estratégico, de supervivencia como zona competitiva. Y a diferencia, del caribe Petro no es muy amigo de Cúcuta, sin olvidar que Gustavo Bolívar, el nuevo narco prócer colombiano llamó a Cúcuta ciudad de paracos.
Pero los enemigos externos al desarrollo no son tan peligrosos como los internos. Si en el caribe tenemos bloque parlamentario costeño, en Norte de Santander, históricamente, nuestros parlamentarios han sido “bloques” de intereses particulares que han visto degradarse a Cúcuta y el Norte de Santander, como Nerón tocando la lira mientras se incendiaba Roma; nuestros parlamentarios como no tocan la lira tocan “libras, dólares, yuanes y hasta bitcoins”.
Pero además nuestra mentalidad social y gremial es muy limitada en proyectos de desarrollo y han preferido ir a la rueda de los políticos mencionados. Somos tan desunidos y vivimos aún con la mentalidad del comercio fácil a pesar que ya vamos para la cuarta década de la “caída del bolívar”. Es tan persistente este sesgo que todavía esperamos que cuando se abra la frontera, llegará otra vez un comercio pujante, aunque estemos con dos regímenes que no creen en la economía de mercado. Hemos hablado por más de medio siglo del proyecto Cínera a pesar que hoy es un proyecto totalmente revaluado y solo hasta ahora se retoma el tema del tren pero más con aire de nostalgia que de futuro. Y el tren es un proyecto que no mueve a la ciudad ni al departamento.
En la prensa caribe el proyecto del tren es un tema recurrente en la prensa regional; en Cúcuta y Norte de Santander todavía suena como alfo exótico. Para que pensar en grandes proyectos de infra estructura si con abrir la frontera todo se resolverá. Y así hemos vivido por décadas y décadas mientras las demás regiones avanzaban en sus grandes proyectos. Nos gustó el atajo del comercio fácil del diferencial cambiario que no tenía sentido pensar en un verdadero proyecto de desarrollo.
El libro Proverbios y Cantares de Antonio Machado trae este verso: “Conversación de gitanos: / - ¿Cómo vamos compadrito? / - Dando vueltas al atajo”. Nos condenamos al atajo y esperamos hasta que cualquier proyecto se hizo irreal. Y ya ni pensar en inversión privada nacional o extranjera, eso se volvió anatema. Al Catatumbo no llegará el tren sino regresará la paz “santista-total”.