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De víctimas a objetos…
Este gobierno ha mostrado una alarmante afinidad con los criminales, revictimizando a quienes han sufrido diversas formas de violencia, especialmente a mujeres y niñas.
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Martes, 8 de Octubre de 2024

Este gobierno ha mostrado una alarmante afinidad con los criminales, revictimizando a quienes han sufrido diversas formas de violencia, especialmente a mujeres y niñas. Mientras en México se rescataba a seis jóvenes colombianas víctimas de trata de personas, el Ministerio de Igualdad, liderado por Francia Márquez, promueve una agenda que legitima lo que erróneamente se llama “trabajo sexual”, cuando en realidad se trata de explotación sexual.

En una reciente reunión de este ministerio, se permitió la presencia de proxenetas junto a las víctimas, como si fueran actores legítimos en la discusión. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿cómo puede una mujer en situación de explotación sentirse segura al saber que quienes se benefician de su sufrimiento son tratados como iguales en el espacio de diálogo?

Es evidente que el gobierno sigue una línea regulacionista en la que las verdaderas beneficiadas no son las mujeres, sino los dueños del negocio. Mientras las víctimas continúan siendo las más perjudicadas, proxenetas y tratantes operan con impunidad. Para colmo, esta misma semana se reveló que el Sena, en su actualización del listado de oficios y ocupaciones, incluyó categorías como “gigoló”, prostituta y “dama de compañía”. ¿Qué mensaje está enviando el gobierno al legitimar estas actividades en una institución cuyo propósito es formar a los jóvenes en trabajos dignos?

En un contexto donde el discurso de igualdad y la defensa de los derechos de las mujeres parecen estar institucionalizados, resulta alarmante que el Ministerio de Igualdad reconozca la explotación sexual como una actividad laboral. Si bien es cierto que las mujeres involucradas en esta actividad deben estar a salvo y protegidas, convertirlas en mercancía y legitimar esta situación desde el gobierno es inaceptable. Las organizaciones feministas han luchado incansablemente por erradicar la violencia contra las mujeres, y el reconocimiento de la explotación sexual por parte del gobierno es una traición a esa causa.

El término “trabajo sexual” es un eufemismo que oculta una dura realidad: la violencia de género. Las mujeres que se ven obligadas a ejercer esta actividad lo hacen debido a condiciones de pobreza y vulnerabilidad, no por elección. No hay niña que sueñe con ser prostituta; aquellas que terminan en esta situación son empujadas por circunstancias adversas. Un verdadero ministerio de igualdad debería enfocarse en ofrecer alternativas y oportunidades para que estas mujeres puedan avanzar junto a sus familias, en lugar de perpetuar su explotación.

El argumento de que algunas mujeres ejercen la prostitución de manera voluntaria no solo es erróneo, sino también sumamente peligroso. Diferenciar entre quienes lo hacen por “voluntad” y las víctimas de trata es una falacia que ignora la explotación inherente. Presentar esta actividad como trabajo beneficia a los explotadores, no a las mujeres.

Las condiciones que enfrentan las mujeres prostituidas son deshumanizantes: enfermedades, violencia, estigma y precariedad emocional. Llamarlo “trabajo” es cerrar los ojos ante esta realidad. La explotación sexual no es empleo, es opresión, y ningún gobierno que se jacte de defender a las mujeres debería legitimarla.

Este gobierno, que prometió ser el de las mujeres, va a pasar a la historia como uno de los más nefastos en la defensa de nuestros derechos. En lugar de ofrecer un cambio real, perpetúa una estructura de violencia que nos reduce a objetos. Además, al nombrar a maltratadores en cargos clave y legitimar esta explotación, ignora las obligaciones derivadas de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer - CEDAW - y no garantiza los derechos fundamentales de las mujeres.

La prostitución no es una cuestión de libertad individual; es una cuestión de poder y desigualdad. No podemos permitir que el gobierno legitime esta explotación ni que traicione la lucha por la abolición de todas las formas de violencia contra la mujer.

Adenda:

El intercambio de risitas y sombreros entre Petro y Mancuso fue indignante y repulsivo. Como es habitual, Petro mintió en su aterrador discurso. Los paramilitares fueron extraditados porque seguían cometiendo crímenes desde la cárcel y traficando drogas. Como siempre, el presidente del lado de los victimarios ¡Dolor de patria! Petro no me representa.


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