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Desaprender: un nuevo verbo
Así empezó este maravilloso proyecto. Niños pobres, pero ricos de espíritu.
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Martes, 1 de Agosto de 2023

 

Ese día me levanté con el pie derecho. Siempre busco la derecha de mi cama. Por la izquierda, pocón, pocón. Pero ese día tuve la seguridad de que me iba a ir muy bien. Como siempre, di gracias a Dios por la vida, por todo lo que me ha permitido tener y hacer, por las cosas buenas y no tan buenas que me suceden a diario. En fin, soy creyente empedernido y le encomiendo a mis santos, lo mío y lo de mi familia y lo de los allegados. Y en general, por todos.  No soy muy rezandero, pero sí muy agradecido. Y con la gente de arriba, con una charladita basta.

Me levanté, pues optimista. Miré por la ventana y estaba lloviznando. Me alegré, porque me gusta la lluvia y porque pienso que así también me caen bendiciones del cielo. Lo aprendí del Método Silva de Control Mental.

Casi simultáneamente recibí dos llamadas tempraneras. La primera era de mi EPS para decirme que me habían adelantado la cita con un especialista para esta semana. La noticia me alegró mucho porque no había turno sino para dentro de tres meses. Las EPS sí sirven. Primera bendición del día.

Aún no había colgado (el otro día había que colgar el teléfono)  cuando recibí la segunda bendición. Sandra, una amiga me llamó para invitarme  a la presentación, en un barro lejano, de unos niños que cantan, bailan y hacen teatro. “Son niños pobres, que trabajan con las uñas-, me dijo la amiga-, pero lo que hacen es maravilloso. Ojalá los veas el próximo sábado, que se presentan en  su barrio. Vale la pena verlos”. Seguía lloviendo.

Como me gusta el arte y todo lo que tenga que ver con la cultura, le cogí la caña y le acepté la invitación. Ese sábado, cogí buseta, y preguntando aquí y allá, llegué al barrio y a la dirección indicada. “El que tiene boca a Roma llega”, dice el refrán. Y llegué.

Llegué a Brisas del Mirador, y allí me encontré con un grupo de niños que cantan y bailan y hacen teatro y disimulan con alegría las tristezas diarias. La historia es interesante:

Un Trabajador social, Jesús Vargas, apasionado por la fotografía y el cine, con su cámara en el bolso, de tenis y yines rotos, acostumbraba a salir por los barrios de la ciudad, mirando escenarios y captando imágenes para sus proyectos.  Pero un día se encontró con la dura realidad de niños hambrientos, sin escuela, pero vivarachos y con deseos de aprender. Inició con ellos clases y formación de lectura y se fue encariñando con su apostolado. Recorrió otros sectores, de esos que ahora llaman “vulnerables”, y en alguna parte se dio la mano con las Damas Salesianas que, coordinadas por María Eugenia Álvarez, también se dedican al rescate y educación de aquellos niños, hijos de padres que tuvieron que huir de Venezuela, algunos, y otros víctimas del conflicto armado en nuestro país.

Así empezó este maravilloso proyecto. Niños pobres, pero ricos de espíritu. Profesores que no cobran. Alguna gente que ayuda. Y Jesús  Vargas, que se da la pela en busca de auxilios oficiales y privados.

Empezó el acto. A veces algún niño que toca flauta dulce se destempla, o a algún actor se le olvida el diálogo en el teatro. Entonces Jesús, muy sabiamente me dice: “No nos importa tanto que la formación artística sea perfecta. Nos interesa que los niños DESAPRENDAN patrones de violencia que han aprendido en sus casas o en sus barrios”. Me gustó el verbo. ¡Cuántas cosas debemos desaprender!

gusgomar@hotmail.com

 

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