Primero en palotes o en bolitas de ábaco y, ahora, en caracteres invisibles, la cultura de las matemáticas inspiró a la humanidad un sistema numérico, o algebraico, que reflejara en símbolos argumentativos los procedimientos de la inteligencia.
Los números se volvieron letras, o notas musicales, o arte, o ciencia, en una absorbente red de cálculos que tejió escenarios científicos para fundamentar y condensar los misterios en fórmulas.
A través de sus ecuaciones, las matemáticas se aproximaron a lo abstracto para generar razonamientos lógicos, después de estudiar las propiedades de los nuevos conceptos de tiempo y espacio.
Y condensaron exigentes teoremas de predicción y análisis de los fenómenos, con las teorías de probabilidad, conjuntos y lógica matemática, en fin, con los axiomas que revelan las verdades ocultas mediante postulados.
Las matemáticas son una fascinante vía de acceso a lo universal, su mejor opción interpretativa, el complemento constante que, cada vez que se resuelve un problema, engendra otros para evolucionar en el saber.
Son la sombra de la historia del pensamiento de los árabes, con el legado del álgebra, su aliada, y el eco de su sabiduría, algo así como una huella del cosmos digitalizada en deducciones racionales.
Y son como el ballet, con su armonía enlazada en las relaciones de cada una de las partes con la totalidad, como el giro de la música conformando un soporte de sensatez…y de filosofía.