En uno de sus discursos en La Habana, el papa Francisco se refirió a los diálogos de paz en Colombia con estas palabras: “No tenemos derecho de permitirnos otro fracaso”.
Como respuesta al interés del santo padre, el presidente Santos anunció su desplazamiento a la Isla para reunirse con los representantes del gobierno y la cúpula de las Farc.
Allí, en una ceremonia con la presencia de personalidades de varios países y la atención mundial, Santos y Timochenko, mediante un estrechón de manos mostraron al mundo los avances logrados y acordaron un plazo de seis meses para la firma definitiva de la paz.
A las expresiones de beneplácito de Estados Unidos y la Unión Europea se unieron la ONU y la OEA.
Los avances logrados y el compromiso de las partes para dar por terminado este conflicto de incalculables costos durante sus más de cincuenta años de trágica existencia, han merecido el reconocimiento internacional, los principales periódicos de todo el mundo, así como las cadenas de televisión, estuvieron atentos al cubrimiento de este encuentro.
El deseo de entrevistados y presentadores es unánime: lo mejor para Colombia.
En el territorio colombiano toda la atención se desplegó hacia los televisores para ver el encuentro entre el presidente y el líder de las Farc, tal como se había anunciado.
Tras la terminación del encuentro y el anuncio del compromiso de que en un semestre se firmará la paz, el mandatario colombiano complementó lo expresado en la mesa y explicó la forma como se adelantarán algunos procedimientos, especialmente los relacionados con la aplicación de la justicia.
Como era de esperarse, el anuncio despertó reacciones encontradas, pues mientras unos celebran con beneplácito el acercamiento del fin de tan doloroso conflicto, algo esperado por más de cinco décadas, otros ven con pesimismo esta realidad y consideran que los grandes ganadores son los líderes de la guerrilla.
Al imaginarse a Timochenko en el Congreso, probablemente concluyan que en Colombia ser “pillo” paga.
Aquí cobra fuerza el refrán anglosajón que dice que “El diablo está en los detalles”, pues mientras más explicaciones se escuchan de las partes, de acuerdo a sus interpretaciones, la confusión aumenta.
Desafortunadamente, estos detalles son los que hacen que las cosas funcionen o no funcionen, que los problemas se resuelvan o no y que las guerras se ganen o se pierdan.