Ayudas, muchas, es lo que están reclamando nuestros compatriotas que llegaron de Venezuela, ya sabemos cómo.
La benevolencia de los cucuteños será recompensada por las víctimas de esta crisis creada por el capricho del presidente del vecino país.
Los primeros llegaron deportados, los demás lo hicieron por su propia cuenta antes de ser señalados por las autoridades venezolanas como paramilitares.
Durante muchos años estuvieron entregados a trabajar en un país ajeno y fueron sorprendidos por los engaños orquestados desde el palacio presidencial.
Una vez fuera del territorio venezolano, con sus pocos enseres han sido acogidos en los albergues de Cúcuta y Villa del Rosario, hasta donde debemos hacer llegar las donaciones.
La Guardia Nacional Bolivariana se encargó de marcar las casas de los colombianos en los vecinos municipios que están bajo régimen especial, hasta allí llegó luego la maquinaria para demolerlas. Luego, huyendo del asedio de los uniformados lograron escapar de los atropellos, con la cama y la nevera a sus espaldas.
La indignación en Colombia es generalizada por el maltrato del cual han sido objeto los compatriotas asentados en la zona de frontera y que hoy son parias por haber nacido aquí.
Jamás se había visto tal trato, tal como nos lo recordó con marcado énfasis el expresidente César Gaviria al reclamar por los vejámenes asestados a los paisanos.
Los medios de comunicación desde el primer momento han estado atentos para transmitir el drama de las familias que lo perdieron casi todo y sufren por la separación forzosa.
Mentirosas han sido esas informaciones según la canciller venezolana, quien, con un cinismo pasmoso hizo estas declaraciones en Cartagena luego de reunirse con nuestra canciller.
No podemos quedarnos inermes, debemos actuar y hacerle saber a Maduro que la dignidad y los derechos de la gente prevalecen por encima de caprichos y fantasmas.
Organización y trabajo a largo plazo en favor de estos desplazados debe ser la prioridad porque el presidente Santos ya pasó por aquí e hizo las promesas de subsidios y trabajo, pero cuando pasen unos pocos días el gobierno se olvidará de este puñado de seres humanos que aquí o en otro sitio, seguirá con su sufrimiento a cuestas.
Quienes tengan la voluntad de colaborar deben hacer presencia en los albergues o consignar en las cuentas abiertas para tal fin.
La realidad de los atropellos es inocultable y el gobierno de Maduro, en plena campaña política, propicia esta situación para “limpiar lo podrido y poner presos a los paramilitares”, haciendo víctimas a muchos inocentes que incluso tienen cédulas venezolanas que le fueron otorgadas por el comandante Chávez y le ayudaran a ganar en su última elección. El Sufrimiento de los niños durmiendo y viviendo en improvisados cambuches mientras sus padres cuidan lo poco que pudieron rescatar es la fotografía que no ha querido ver Delcy Eloina Rodríguez la ministra de relaciones exteriores de Venezuela. Los Tumultos en la frontera a cada lado de la alambrada de púas y las casas marcadas recuerdan épocas aciagas de la historia de la humanidad. Unos más regresarán a Colombia en los días venideros otros habrán de quedarse a menos que los echen.
Las Víctimas son gente pobre, no son “paracos”, que merecen otra suerte. La Xenofobia de unos pocos los ha desarraigado. Ya sabemos que la frontera seguirá cerrada, entonces hagamos nuestra vida sin depender de los vecinos y no olvidemos a los deportados que recién llegaron con una muda de ropa y un par de Zapatos.