A falta de propuestas que pudieran abrir posibilidades de solución a tantos problemas acumulados en la nación, los políticos aferrados a la explotación del poder en beneficio propio, se inventan mentiras con el cálculo de generar pánico, como recurso electoral. En ese afán le hacen el juego a la violencia aliándose con bandas criminales y amarrando la justicia a sus empeños. La paz no está en su agenda, como tampoco los derechos de los ciudadanos.
Para contener las corrientes surtidoras de dinámicas articuladas a la justicia social con igualdad bajo la protección de un Estado Social de Derecho, acuden a la propaganda envenenada y mezquina con la estigmatización a sus contrarios enrostrándoles como engendro del mal el llamado “castrochavismo”, cuando han sido ellos los causantes de lo que se está padeciendo.
Con razón el presidente Joe Biden, a quien también le pusieron la ofensiva marca, los reprochó con esta respuesta: “Para creer la fábula del castrochavismo hay que ser obtuso mental, ignorante o zombie político”.
Los patrocinadores de esa ofensiva propaganda también defienden los atropellos contra los jóvenes que reclaman oportunidades de trabajo y de acceso a la educación superior; son indiferentes al asesinato de líderes sociales o de protectores del medio ambiente, o militantes de los derechos humanos. Además, se confabulan con todas las formas de abuso del poder. Cuando se trata de negocios se alinean con quien sea, sin importarles diferencias ideológicas. ¿Creen que Fedegan se negaría a comerciar con Maduro sus ganados si el presidente venezolano se lo propusiera? ¿Y los voceros de la derecha en sus periódicos escritos cuándo han reaccionado ante los actos oficiales que atentan contra la democracia y la libertad por parte de quienes gobiernan? No salen de la obsesión de condenar a quienes luchan por alcanzar reconocimiento de derechos para los marginados de siempre. No les importa caer en posturas de engaño, haciendo creer que son la encarnación de la verdad, que es solamente su verdad cargada de sesgos y adobada con el aroma del fascismo, como golosina deleitosa para ellos.
Esa trama de distorsión le ha costado a Colombia un conflicto armado consecutivo de más de medo siglo, el cual representa para el clan oscurantista adueñado del poder el modelo de privilegios para beneficiar sus intereses, sin importarles que Colombia figure como la nación socialmente más desigual de América Latina.
Es contra esa adversidad que se debe poner en marcha un movimiento de rescate, con construcción de una democracia funcional y un Estado Social de Derecho que no se quede como ficción. Hay que hacerlo con lucidez y convicción que no admita sesgos.
Puntada
La cordialidad de España al concederle al gobierno el reconocimiento a Colombia como la mejor democracia de América Latina contrasta con la realidad. Porque la democracia aquí tiene más déficit que certezas.
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