En algunos años los libros de historia que se estudiarán en las escuelas y universidades del mundo reseñarán que en el 2020 hubo una crisis humanitaria de grandes proporciones, en la cual hubo muchos muertos y que generó un colapso financiero de mayores proporciones a la de 1.929. Dirán los libros de historia que antes de este 2020 el referente que tenía el mundo de una gran crisis financiera devastadora fue “El martes negro”, del 29 de octubre de aquel año, cuando la bolsa de New York se desplomó y generó hambruna y enorme desempleo. Políticamente esa crisis fue el escenario propicio que dio lugar al nacimiento del nacional socialismo y el ascenso de Adolfo Hitler.
La crisis de este año se diferencia a la del 29 en su causa de origen. Esta fue una pandemia la que generó una debacle mundial, mientras que la del 29 fue el auge del capitalismo, los excesos bursátiles, de las bolsas, de las ganancias del dinero. Si hay algo común en estas dos grandes crisis es que la riqueza conduce a la soberbia del hombre, a una sociedad que se cree invencible, eterna, indestructible. Falso, sin hay algo que nos enseñan estas crisis es la vulnerabilidad del se humano. De un momento a otro, toda esa grandeza de los grandes países como Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra se fue al suelo. Llegó un virus que tiene asediado al mundo, nos tiene con miedo. Por ello, nada más cierto que aquella frase que encontré en un libro de Nietzsche: “La ventana de la habitación de todo hombre debería dar a un cementerio, para nunca perder las prioridades en la vida”.
De todo lo que hemos escuchado y leído de este virus, en alguna revista leí que una de las hipótesis más probables del origen del virus es que fue creado por la depredación del hombre del planeta. Según el artículo, en algún lugar de la China, fue tal la tala de algunas zonas de vegetación que se alteró bruscamente el hábitat de unos murciélagos; se les agredió brutalmente su forma de vida que los lleva a defenderse, generando mecanismos de agresión contra su agresor, el hombre depredador. El virus puede tener su origen en esa devastación que genera el hombre en el planeta. Tesis bastante probable. Más grave aún, lo señalado por otro científico, que esto del coronavirus no es nada frente a lo que vivirá en los próximos años el planeta con los efectos del cambio climático.
E igual, me llama la atención una pequeña edición escrita por el escritor Paolo Giordano. Una de sus reflexiones: “No tengo miedo al contagio, sino a que la civilización se derrumbe
Y después de que todo pase, el mundo siga igual”. Muy probable. Lo más probable es que después de las vacunas, al hombre, esta sociedad que no sigue creyendo en nada diferente sino en el consumo, después esta debacle en la que han perdido la vida muchas personas, gente cercana y amigos, no le quede ninguna reflexión y el mundo siga igual, como si nada hubiera sucedido.
Este crash del 2020 tendrá para Colombia unos efectos sociales impactantes. Si una de las noticias de ayer en Alemania era la gran cantidad de quiebras que se avecinan, ni imaginar lo que se nos viene en los próximos años a Colombia. Ya hay economistas del nivel de Eduardo Lora, quien desde Washington señalaba en una reciente declaración que veía con temor el futuro económico del país: “no veo que las fuerzas políticas del país estén orientadas a resolver los problemas más graves…..nos estamos desgastando en confrontaciones políticas inconducentes en vez de concentrarnos en evitar la quiebra de empresas”. Así como la gran depresión del 29 tardó varios años en resolverse, de alguna manera desencadenó una guerra mundial, este crash del 2020 traerá muchos efectos y consecuencias que en los próximos años veremos sus efectos. Difícil decir en esta oportunidad, Feliz Navidad.