El decreto presidencial 342 del 1° de abril de 2019 ordenó que en adelante regirán los pliegos tipo para contratos, con el propósito de eliminar los pliegos sastre. Se consideró que con eso se paraba la corrupción en los contratos oficiales.
Uno piensa, ante tales disposiciones, que el presidente Duque, como Alicia en el país de las maravillas, no ve la realidad.
¿O quizá desconoce que la corrupción es un mal generalizado, nacional, total, absoluto, inacabable, eterno e invencible?
Todos sabemos que la corrupción va desde la cumbre al llano. Cualquier autoridad en Colombia que tenga la facultad de contratar es corrupta. Sirve de ejemplo el funcionario alto, el bajo o el medio que, a usted, amable lector, se le antoje.
Veamos el ejercicio al más alto nivel, a nivel ministerial. El sainete de un contrato se desarrollaría así: un fulano busca a un senador para que le consiga un contrato con un ministro, a sabiendas del parentesco, la amistad o el compromiso político o económico que hay entre ellos.
El ministro dice que todo se hará con transparencia. Saca un contrato y, en efecto, puesto el papel a trasluz, se ve el nombre del contratista. Ahí está la transparencia.
El ministro le otorga el contrato por los miles de millones de pesos al fulano, pero no tan bonachonamente porque de inmediato lo confronta:
- Ahora hablemos del CVY.
El hombre finge sorpresa y le pide que le explique qué significa eso.
-No se haga el pendejo – le replica el ministro: Cómo Voy Yo.
El favorecido le propone que si se aguanta con un cuarenta por ciento. Y así queda cerrado el trato.
Pero el senador está atento, interviene en la negociación e interpela a su recomendado:
¿Y qué hay del MTC?
Nuevamente el beneficiado se quiere escapar y pregunta a qué se refiere. El senador le vuelve a decir que no se haga el pendejo: Miguelito También Come.
Acuerdan entonces la tajada del contrato para el honorable padre de la patria.
Por lo transcurrido hasta ahora, al contratista se le ha mermado bastante la plata del contrato. Y no todo termina ahí porque a veces tiene que repartir hasta con el presidente de la junta de acción comunal urbana o rural para que le permitan arrancar con la obra, o continuarla en algún momento. De no untarles la mano, la obra se paraliza y el constructor tiene que abandonarla por una de estas dos razones: o porque no soporta tanta extorsión, o por salvar su vida.
He hablado con varios ingenieros y todos me dicen que en Colombia es un cuento que haya contratos honrados. Todos están predeterminados; ya desde la concepción se sabe quién ganará la licitación, si es que la hay.
Nota: el sainete relatado arriba lo he montado con datos y testimonios de respetados ingenieros. Apenas se refiere a las obras públicas. Faltan otros diversos contratos.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es