Tal vez el título de este artículo es muy ambicioso: mejor sería “El comienzo del fin de la corrupción”. Pero, dejémoslo así. Seamos optimistas.
El tema me lo ha inspirado un acontecimiento inédito en Bucaramanga: la elección como alcalde de un antipolítico, de un antimaquinaria, de un antitodo.
Uno ve con envidia que eso pase por allá y que aquí pase todo lo contrario.
En los días iniciales de este año en que permanecí en Bucaramanga – luego de disfrutar en Ocaña los días postreros de diciembre - , les oí a mis familiares y a todo su entorno hablar bellezas del nuevo burgomaestre. Palpé que el contento es general.
Dice su biografía que Rodolfo Hernández Suárez nació en Piedecuesta hace 70 años. Es ingeniero de la Universidad Nacional con sede en Bogotá.
En 1971 fundó la constructora HG, la empresa que quizá ha levantado más edificios en la capital santandereana. Entonces, su ingreso a la política no es por plata, porque plata es lo que le sobra. No necesita del sueldo, ni de primas y viáticos, que los donará a estudiantes de los sectores pobres.
Su hermano Gabriel, ingeniero también, filósofo y artista, lo convenció de que era hora de trabajar por los más desvalidos. Le metió tres ideas: de la lógica, la ética y la estética.
Y con esas tres bases fundaron un movimiento atípico llamado casualmente así: “Lógica, ética y estética”. Gabriel indujo a su hermano Rodolfo a estudiar filosofía y administración pública, y le dio lecciones para que dejara de ser engreído, mandón y grosero – como todo rico - y bajara a un cincuenta por ciento los hijueputazos.
Luego de este entrenamiento Rodolfo se lanzó a la campaña, que duró dos años y medio, con la consigna de “no robar y por el contrario, llegar a trabajar”. Se inscribió con el apoyo de 130.000 firmas.
Mientras que a su contendor Carlos Ibáñez el proselitismo le costó 20 mil millones de pesos – según cree el público -, Hernández no alcanzó a gastar cien millones.
Triunfador, contra todos los pronósticos, está aplicado a reorganizar la administración municipal examinando cada instituto y cada dependencia para botar a los ladrones y a los ineficientes. Ya casó la pelea con los concejales corruptos, a quienes denunció penalmente. (Por supuesto, le empezaron a llegar las amenazas de muerte).
En el Acueducto Metropolitano de Bucaramanga encontró cinco gerentes con sueldos mensuales de más de veinte millones de pesos, varios celulares por cuenta del tanque y carro con chofer, y al comprobar que con solo dos gerentes la empresa funciona eficazmente, despidió a tres zánganos.
Como ha sido constructor durante buena parte de su vida y sabe cuánto cuestan los materiales, trancó el desangre del erario causado por comprar por encima del 40 y el 50 por ciento del precio justo como venían haciendo los amigos de don Enrique -cimiento ilícito .
¿Cuándo será que en nuestro departamento – y en toda Colombia - se pueda replicar el ejemplo del declarado enemigo de la corrupción Rodolfo Hernández, el nuevo alcalde de Bucaramanga?
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