Cada vez resultan ser más contundentes las razones para clamar a gritos el regreso del ferrocarril. Los mandatarios que lo acabaron, para acabar de paso con la anarquía de un sindicato que en esos tiempos le apostaba a ese dicho que hizo carrera de que todo lo que fuera bueno para la empresa era malo para los trabajadores, no tuvieron el valor de haber diseñado un plan alterno para concebir un nuevo proyecto que reemplazara al anterior, y simplemente, de manera torpe, concluyeron que no debía haber servicio de tren en Colombia, seguramente pensando en que el Estado era incapaz de administrarlo.
El tremendo error se ha pagado con unas consecuencias enormes, que han afectado a la economía de manera asombrosa. La inmensa mayoría de la carga en este país se moviliza por carretera, lo que ha hecho que nuestras vías se destruyan dramáticamente, que los fletes sean de un altísimo valor, muy por encima del promedio en América Latina, y que la ineficiencia en la movilización esté siempre a la orden del día.
Pero además se ha constituido en un factor de perturbación, pues al no existir alternativa de transporte, quienes manejan el mercado siempre quieren imponer condiciones al gobierno, como la regulación y tarifa de los peajes, la no renovación del parque automotor, y la complacencia con el exceso de volúmenes de carga por vehículo, que afecta el estado de las vías y provoca toda clase de accidentes.
Y si no se aceptan las condiciones, inmediatamente ordenan bloqueos que terminan paralizando la producción nacional, pues saben de antemano que tienen la sartén por el mango, pues la carga carece de otra alternativa de transporte, y de paso paralizan también la libre movilización de las personas.
Sabemos que el proyecto del tren viene en camino y que ya se han logrado avances que permitan implantar nuevamente el servicio, pero es necesario, ahora mas que nunca, que se ponga todo el acelerador al mismo, pues Colombia no puede darse el lujo de ser una isla en el mundo, en donde el tren es apenas un elemento onírico, al que no podemos acceder, o apenas un proyecto turístico, como el que ha existido en la Sabana de Bogotá y que se muestra como un ejemplo de un tiempo pasado, y como algo verdaderamente exótico e inalcanzable.
Cuando en el mundo se exhiben impresionantes ejemplos como el tren de Levitación Magnética de altísimas velocidades, y cuando hay proyectos no solo que comunican varios países, sino también continentes, y cuando además hay uno que cruza el mar para comunicar Europa con Inglaterra, aquí ni siquiera existe uno intermunipal, que atienda los afanes parroquiales.