Nueva York.- Estuve en Boston y Nueva hace poco y la impresión que me deja el viaje a dos ciudades emblema de los Estados es un claroscuro.
El claro es la visión de un país gigante en todo sentido que explica su condición de primera potencia mundial. Pero eso no obsta para presenciar lo oscuro, una especie de decadencia generalizada que impacta.
Lo primera observación de decadencia es el olor a marihuana que parece impregnar las calles después la aprobación de la cannabis recreativa, que cuenta con gigantescas y estratégicas vallas esparcidas en las ciudades. Es bien sabido que la marihuana no es en sí misma un narcótico fuerte, pero como no se vigila que se está fumando, por aquello de la libertad individual, se concluye, por los zombis que se ven en las calles que lo que usan no solo es marihuana. Y ya hay problemas con los comercializadores que parecen pasar la línea del narcótico cannabis. Esa apuesta por la liberación de la marihuana será algo que muchos seguirán con atención para ver su impacto que, al menos hoy, es muy negativo.
El segundo aspecto de decadencia es el estado de la infraestructura. El encierro de pandemia pareció alterar seriamente los programas de mantenimiento y de actualización de la infraestructura. El sistema de transporte masivo de la MBTA (Massachusetts Bay Transit Authority) es realmente de aspecto tercermundista y no existe jerarquización de modos de transporte: solo hay vagones, algunos muy viejos, y buses que no siguen el modelo de sistema de carril dedicado sino el de bus individual que apoya cuando una línea del metro falla y se inserta en el transito normal, un tránsito difícil, pues hay relación directa entre un mal sistema de transporte masivo y el crecimiento del transporte particular. En Nueva York el sistema es mejor, aunque también se aprecia atraso en mantenimiento y actualización.
Y lo anterior parece obedecer a que estas ciudades, en particular Boston, parece costarles el arranque postpandemia debido a la intervención del gobierno Biden en el mercado laboral con subsidios masivos (ver análisis Now Hiring en el blog prolibertadco.com) y a la resistencia a la vacunación de parte de la población. Locales cerrados y muchas actividades suspendidas dan la sensación de un país al que le está costando arrancar, no solo debido a la pandemia sino también por decisiones gubernamentales erradas: se ve mucha ideologización y poca ejecutoria, lo opuesto a lo que distinguía a los Estados Unidos.
Los tres aspectos mencionados hacen pensar que es cierta la declaración de ciertos “analistas liberales” del declive estadounidense, aunque muchos esperamos que ese país especial enderece el rumbo pasando del discurso y análisis ideologizados, hacia más planeación y ejecutoria. En el pasado lo logró.
A 20 años del ataque 11S, ésta fecha parece haber marcado un punto de inflexión para la sociedad estadounidense. Hoy estamos viendo a las fuerzas militares estadounidenses salir derrotadas del último bastión de la guerra contra el “eje del mal y después de muchos muertos y miles de millones de dólares el mundo no es más seguro. Pero eso sí, la seguridad interna se volvió un “valor” y el gran hermano vigila a cada ciudadano violando incluso algunos derechos civiles, acción que se justificó como pasajera mientras se ganaba la guerra contra el terror. Tras veinte años se perdieron tanto la guerra como la privacidad.
Paradójicamente, Estados Unidos se izquierdizó y burocratizó con una doctrina liberal que hoy tiene a los jóvenes fumando marihuana en las calles y esperando en la casa que el estado los mantenga, mientras los jóvenes asiáticos e indios conforman la mayor porción estudiantil de las grandes universidades, lo que explica el creciente poder actual Asia. No es lógico pensar en tener como cabeza del estado americano a un tipo G. I. Joe, el guerrero de comic, pero es frustrante que veinte años después del 11S esté en la cabeza del estado gringo “Chaos Joe”.