Este primer semestre ha sido una dura prueba para los colombianos que, pese a estar acostumbrados a las dificultades, cada día sentimos más los fuertes golpes como fruto de la violencia en todas sus manifestaciones, del azote de la naturaleza y de la indiferencia de los gobernantes.
La inseguridad en Colombia es tan grave, que es común escuchar decir a los ciudadanos que estamos retornando a la nefasta época de Pablo Escobar, debido a los constantes e indiscriminados atentados terroristas en diferentes partes del territorio contra la infraestructura y la propiedad privada.
Igual que en aquella época, se asesinan a uniformados en cualquier lugar y a cualquier hora, como acaba de suceder en Tibú y en El Huila.
Como si la desgracia producida por los actos violentos fuera poca, la naturaleza, que no perdona nunca, ha provocado estragos en diferentes partes del territorio nacional, especialmente en Norte de Santander, donde la creciente de los ríos, como fruto del duro y prolongado invierno, ha arrasado con casas, acueductos, carreteras y puentes, aislando a pueblos y veredas como La Bateca, Toledo, Chitagá, Cacota, Herrán y San Bernardo de Bata, por citar los más afectados. En contraste, en algunas ciudades de la costa el fuerte calor ha puesto en alerta a las autoridades sobre posibles incendios.
Para que no quede duda de la encrucijada por la que estamos pasando los colombianos, el pasado jueves la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) dio a conocer su informe periódico sobre Colombia, en el que se puede apreciar un crecimiento en el cultivo de hoja de coca del 44 por ciento y una subida del 52 por ciento en la producción de cocaína.
Según el informe, 204 municipios, de los 1.101 que hay en Colombia, son los más afectados y en 10 de estos, entre los que se encuentra Tibú, está la mayor concentración con sus graves consecuencias.
Pero mientras en gran parte del territorio nacional se vive tan delicada situación, muchos funcionarios y políticos han procurado mantenerse alejados para no distraerse en el juego de selección de aspirantes para las próximas elecciones del mes de octubre. Son conscientes de que cualquier descuido puede incidir en la pérdida de sus patrocinados. El gobierno central, por su parte, está enfocado en el proceso de paz.
Y como todo error tiene su costo, en la encuesta de Gallup, adelantada en las 5 principales ciudades, se puede observar el alto porcentaje de la población que desaprueba la gestión del presidente Santos, condena los ataques de la guerrilla y ve con pesimismo los resultados del proceso de paz. Hay que tener mucha, pero mucha fe, para no caer en el pesimismo.