A medida que se comprende mejor la realidad venezolana y sus posibilidades de transformación, toma fuerza la necesidad de acordar una salida negociada de una situación compleja e insostenible. De las conversaciones entre la oposición y el gobierno de Maduro en Noruega, poco más se ha sabido; ese silencio, esa falta de noticias, en principio podría indicar que el proceso avanza o que por lo menos no se ha roto. Con el paso de los días, las fuerzas enfrentadas ya no son tan monolíticas como en un comienzo aparecían envueltas en la retórica de los grupos que proponen una solución radical, de lado y lado.
Del lado del poder existe un grupo significativo pero no determinado de Chavistas que no comulgan con Maduro; es el Chavismo no Madurista; una situación semejante se estaría presentando al interior de las Fuerzas militares y policiales, el eje del proyecto Chavista y el origen, en última instancia de su poder. La lealtad militar es con el comandante y no con su sucesor; en los cuarteles avanza la convicción de que la permanencia de Maduro en el poder, acabaría por comprometer el legado chavista que es la preocupación de fondo de los militares no comprometidos con la corrupción del régimen.
En la orilla de la oposición se encontrarían igualmente dos posiciones; la de quienes como Corina Machado, Leopoldo López y Antonio Ledezma el ex alcalde de Caracas están en una cruzada no solo para sacar a Maduro del poder, sino para liquidar al Chavismo; y la de quienes buscan unas elecciones limpias de las cuales salga un gobierno legítimo que pueda recomponer la dinámica democrática del país, y por esa vía, definir el futuro del legado chavista que podría trascender la permanencia de Maduro y su gente en el poder. Enrique Capriles desde que enfrentó electoralmente a Hugo Chávez y por poco lo derrota, planteaba un punto que hoy merece retomarse y analizarse. Decía entonces que su gobierno no sería para regresar a la Venezuela anterior a Hugo Chavez, que consideraba una etapa afortunadamente superada por el país. Anoto el punto porque la mayoría de los venezolanos apoyaría el cambio de gobierno pero no para regresar a lo anterior; cosa semejante podría decirse de los militares que siempre han sido actores d
e primera línea en la política venezolana y que Chávez colocó en el corazón de su proyecto, con apoyo y asesoría cubana.
Venezuela tiene por delante en el inmediato futuro, dos tareas delicadas y de alta política: buscar más allá de la amenaza militar, superar el gobierno de Maduro y definir el futuro del legado Chavista, que en la historia del país es mucho más que un simple barniz populista sobre la vieja realidad política; será el electorado el que lo decida a través de elecciones libres y transparentes.
Esta operación de alta política podría requerir un gobierno de transición conformado tanto por Chavistas no Maduristas como por antichavistas sintonizados con el querer nacional y no con el afán norteamericano, sobrevivencia de la vieja guerra fría ideológica, de acabar con Cuba en primer lugar, luego con Venezuela y Nicaragua; y con ellos, se filarían militares que saben que su futuro y el de la institución depende en buena medida de cómo se muevan en esta coyuntura. Guairó sufre el desgaste de haberse jugado por una salida, la del derrumbe del gobierno, que no se dio, y por no tener una posición clara más allá de la salida de Maduro del poder y la convocatoria a elecciones. Hay una duda delicada y no aclarada: ¿Detrás de Guaidó están las fuerzas radicales que quieren borrar de un plumazo veinte años de la historia del país? ¿Puede ser el líder convocador de esa transición? Asuntos cruciales que deberían abordarse en en los diálogos de Noruega. Pendientes de noticias
Todo esto para Colombia es de máxima importancia y exige un manejo más político y menos torpe del que hasta ahora le ha dado el gobierno, pues tiene que ver con el futuro de nuestra paz interna y con nuestro manejo del espinoso y trascendental asunto del narcotráfico. Las relaciones entre la guerrilla colombiana y el gobierno venezolano, anteriores al mismo Chavismo, están en el corazón de nuestros problemas internos y pueden jugar un papel en el desarrollo del proceso del vecino país.