Cuando se actúa sobre presupuestos, es necesario evaluar, qué tienen éstos de realidad o de ficción, para que el resultado no vaya a ser el desastre, en vez de la rectificación y el avance, pues estaremos entonces marchando hacia la utopía, es decir, hacia lo irrealizable, y al inexorable retroceso.
La protesta ciudadana es claro que está revestida de toda la legalidad, pues la misma Constitución la acogió, pero es necesario aclarar que esos derechos, no pueden servir de excusa o pretexto para entrar a vulnerar otros derechos, que también la Constitución los ha acogido de manera clara y los a elevado a la categoría de fundamentales.
Esta es la razón por la cual sabio principio que dice, que los derechos del individuo llegan hasta donde comienzan los derechos de los demás, que abrió paso a la modernidad y a la evolución social, aquí parece no tener todavía aplicación, lo que nos lleva a presenciar toda clase de desmanes y en los cuales no llegamos a encontrar explicación lógica.
Que la protesta sirva para destruir sistemas de transporte y edificios públicos; para hacer bloquear las vías e impedir que la producción circule y que el ciudadano no se pueda mover libremente, es francamente irresponsable y atentatorio contra los mas elementales derechos de las personas. Significa que no henos podido evolucionar ni para encontrar acuerdos, ni para actuar dentro del desacuerdo.
El lamentable y desolador cuadro que vemos ahora, es que después de los desastres de una pandemia, de la ruina de una recesión económica y de la crisis que nos ha tocado soportar por el efecto de los millones de migrantes y refugiados venezolanos, que el país decidió acoger en gesto humanitario, ahora tenemos que agregar el desastre propiciado, dirigido y exhibido sólo como muestra de irracionalidad.
Desde luego que hay que resaltar el comportamiento de muchas ciudades que han marchado y protestado en orden, haciendo sentir sus voces frente al actual estado de cosas, marchas que han sido aplaudidas y han tenido de buena acogida; pero de ahí a utilizar la violencia y añadir mas caos, desempleo y pobreza, pues no queda otra cosa que concluir que la sinrazón se está apoderando del país, llevándolo a la inviabilidad, tal como ya lo muestran los comentaristas internacionales.
Las centrales obreras siempre le han dicho al país que sus convocatorias, lo son para marchas pacíficas, pero en muchas partes dejan que se las tomen los infiltrados con el vandalismo, y no dicen nada; por el contrario, las siguen convocando, a pesar de registrarse heridos, muertos y una enorme destrucción, acompañada de pérdida de empleos, que es por lo que supuestamente pregonan. Las cifras que demuestran que la pobreza se incrementó en un 20%, ameritan con urgencia una unidad nacional en torno a la identificación de los propósitos que permitan salir de esta tremenda crisis. ¿Estaremos creando oportunidades? O perdiéndolas definitivamente.